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Domingo 2º de Pascua - Ciclo A

19 de abril de 2020
 

Sin miedo, hacia una nueva humanidad

    Los discípulos de Jesús no podemos vivir encerrados, presos del miedo a un mundo que no nos acepta. Jesús está presente en su comunidad y le ofrece, con su deseo de paz, el Espíritu, que los capacita para realizar una importante tarea: incorporar a quienes lo acepten a su proyecto de una nueva humanidad solidaria y fraterna. Al realizar esa tarea tendrán que ir con la verdad por delante, denunciando la injusticia y acogiendo, si quieren integrarse en la comunidad, a quienes rompan con ella -con la injusticia; y siempre, en comunión solidaria con la comunidad en cuyo centro estará permanentemente Jesús.

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Domingo de Resurrección

12 de abril de 2020
 

Testigos de la victoria de la vida

    Decidieron eliminar al que les estorbaba, al que, según ellos ofendía a sus dioses, denunciaba su corrupción o amenazaba sus privilegios y su poder. Pero Dios, el Padre, el liberador, no estuvo de acuerdo con ellos... porque Dios estaba con él, con Jesús. Al mismo Pedro le costó trabajo creérselo: era demasiado para él aceptar que quien siempre gana -el poder de la violencia- había perdido esta vez. El otro discípulo sí que supo interpretar los signos que tenía ante sus ojos; porque había seguido a Jesús hasta la cruz y allí había sentido cerca lo que significa la fuerza del amor, la fuerza de la vida. Nosotros, hoy, somos testigos de quién fue quien obtuvo, de Dios, la victoria.

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Vigilia Pascual
Ciclo A

11 de abril de 2020
 

La cara de la cruz

    La muerte de Jesús fue una muerte real. Y vista desde la perspectiva de los que lo mataron, un fracaso. Pero la cruz es sólo un lado de la moneda. El otro, la cara, es la resurrección. Dos momentos de una única y permanente manifestación de amor, que siempre lleva a la victoria a la vida. Por eso, en el último acto de esta historia nos encontramos con una invitación a la alegría. Y al compromiso en favor de lo que buscaba el que fue injustamente ajusticiado: la justicia, el amor, la felicidad... la vida. Para todos.

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Viernes Santo - Ciclo C
10 de abril de 2020

 

Signo de vida

 

     En el catecismo que algunos aprendimos de pequeños se nos decía que la cruz es lo que nos identifica como cristianos, que «la señal del cristiano, es la Santa Cruz», y se nos pedía el máximo respeto para ese signo de fe. Pero ¿porqué es así? La cruz, en realidad, es un instrumento de tortura, un cruel y perverso instrumento de tortura y, como tal, en términos teológicos, es un instrumento de pecado. Entonces, ¿qué es lo que le da valor a la cruz? Y, ¿de qué modo se expresa el debido respeto a este signo? El amor allí manifestado convirtió el instrumento de tortura en signo y fuente de amor y de vida.

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Jueves Santo - Ciclo A

9 de abril de 2020
 

Amor liberador

    Todos queremos ser señores. Al fin y al cabo, desde el primer libro de la Biblia, el Génesis, se nos dice que Dios nos hizo para ser señores. Para Israel, Dios se había acercado a la humanidad para intervenir en la historia humana liberando de la servidumbre a quienes entonces eran un puñado de esclavos. Pero la experiencia nos dice que, en nuestro mundo, ser señor equivale a ser opresor. ¿Hay alguna otra alternativa?
    El gesto de Jesús que nos refiere el evangelio de Juan nos descubre un camino nuevo para acceder al señorío. No se trata de enmascarar la ambición de poder con palabras hermosas; se trata de que, según el evangelio, todos podemos ser señores, no por el poder que poseamos, sino por el amor que gratuitamente recibamos.

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Domingo de Ramos - Ciclo A

5 de abril de 2020
 

Pacífico y justo, humilde y victorioso.

    No es lícito decir que la muerte de Jesús fue una exigencia de Dios para expiar los pecados de la humanidad. No fue de Dios; fueron los poderosos de este mundo quienes quisieron tal sacrificio. Jesús, por su parte, asumió su muerte como consecuencia de su compromiso solidario con sus hermanos los hombres y con la justicia y la paz. La paz de los hombres con Dios y, de manera indisoluble con ésta, la paz de los hombres entre sí. Pero mientras los hombres fundan su paz en el miedo a las armas del enemigo, Jesús la cimentó en el don de su propia vida, en la aceptación de su muerte, que Dios aceptó no en cuanto muerte, sino como manifestación plena de su fidelidad y de su amor. Y este fue su modo de ser rey: servidor, constructor de la paz, y defensor de la justicia. Pacífico, justo y humilde. Y también -y por todo ello- rey victorioso.

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Domingo 5º de Cuaresma
Ciclo A

29 de marzo de 2020
 

La muerte es sueño

    El proyecto de Jesús está orientado a cambiar este mundo. En la perspectiva de Jesús el primer plano está ocupado por esta tierra, por esta historia; pero su horizonte tiene mucha más profundidad, hasta el punto de que la vista no alcanza a ver el final. Porque no hay final. Al contrario de lo que decía Calderón de la Barca, la muerte -no la vida- es sueño.

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Domingo 4º de Cuaresma
Ciclo A

  22 de marzo de 2020
 

Barro de nuestro barro

    El barro con el que Jesús unta los ojos del ciego de nacimiento simboliza su proyecto de hombre, imagen e hijo de Dios, hermano y solidario de los demás seres humanos. Responsabilidad de los cristianos es presentar al resto de la humanidad ese proyecto, de tal modo que el ver vivir a los cristianos debería ser una experiencia iluminadora y liberadora. Así haríamos caso a Pablo, el fariseo fanático y esclavo de la ley que, al encontrarse con Jesús, vio caer de sus ojos las escamas que le impedían ver la luz de la liberación: «Caminad como hijos de la luz -toda bondad, justicia y verdad son fruto de la luz-» (Ef 5,8-9).

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Domingo 3º de Cuaresma
Ciclo A

15 de marzo de 2020
 

Dónde encontrar a Dios

    No hay espacios privilegiados para la presencia de Dios (ni  Jerusalén, ni Roma, ni La Meca); cualquier sitio es bueno para encontrarse con el Padre, porque para él lo menos importantes es precisamente eso, el sitio. Él no tiene dirección fija y, para encontrarlo, no es necesario viajar... sino amar. Y para eso, cualquier sitio es bueno. Además, nadie se podrá sentir extraño cuando quiera estar con Dios; porque lo podrá encontrar en su trabajo, en su casa, con su familia, con sus amigos... En cualquier sitio en que se le presente la ocasión -y la aproveche- de poner en práctica el amor y la lealtad.

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