Sntísima Trinidad - Ciclo B
Romanos 8, 14-17
14 Porque hijos de Dios son todos y sólo aquellos que se dejan llevar por el Espíritu de Dios. |
“Hijo de Dios” no es un título honorífico; lo que constituye a un hombre en Hijo de Dios no es estar inscrito en un registro o pertenecer a una organización, sino su vida; en ella debe manifestarse la presencia del Espíritu de Dios (es decir de la fuerza, la energía vital y amorosa de Dios) y la docilidad respecto a sus impulsos.
La relación del hombre con Dios, desde el momento en que recibe y acepta su Espíritu, es una relación de hijo (hijo equivale a hombre libre en un modelo de familia que incluye también los siervos). Dios no quiere ser el amo, sino el Padre de los hombres. A esa convicción personal lleva la presencia del Espíritu que asegura a nuestro espíritu, es decir, que nos hace experimentar en lo más profundo de nuestro ser el hecho de la filiación divina, que compartimos, con todas sus consecuencias, con Jesús Mesías.