Domingo de Pentecostés - Ciclo B
Segunda lectura: 1ª Corintios 12,3-7.12-13
3Nadie puede decir: «¡Jesús es Señor!», si no es impulsado por el Espíritu Santo. |
La aceptación del señorío de Jesús -y, por tanto, la aceptación de su mensaje- es signo de la presencia del Espíritu; no lo son otro tipo de fenómenos espirituales o arrebatos que pueden darse en cualquier manifestación religiosa (1ª Cor 12,1.2).
Los verdaderos dones del Espíritu se reconocen porque en ellos debe darse necesariamente una característica: si todos tienen su origen en el mismo Espíritu, en el mismo Señor Jesús y en el mismo Padre Dios, su objetivo ha de ser siempre el mismo, el bien común. El Espíritu, que es un don único para todos pero que se recibe a título personal, estimula la vitalidad de cada uno en algún aspecto determinado, no para satisfacción o como consuelo individual, sino como energía para construir la comunidad, para hacer de este mundo un mundo de hermanos, fraternidad que en este texto queda representada en la imagen del cuerpo único del que, gracias a la acción del Espíritu, todos somos miembros.