Domingo 33º del Tiempo Ordinario - Ciclo C

Evangelio: Lucas 21,5-19

 

Texto

     5Como algunos hablaban del templo, ponderando la calidad de la piedra y el adorno de los exvotos, dijo:
     6- Eso que contempláis llegará un día en que no dejarán piedra sobre piedra que no derriben.
     7Entonces le hicieron esta pregunta:
     -Maestro, ¿cuándo va a ocurrir eso? y ¿cuál será la señal cuando eso esté para suceder?
     8Él respondió:
     -Cuidado con dejarse extraviar, porque van a llegar muchos diciendo en nombre mío: "Yo soy" y "El momento está cerca"; no os vayáis tras ellos. 9Cuando oigáis estruendo de batallas y subversiones, no tengáis pánico, porque eso tiene que suceder primero, pero el fin no será inmediato.
     10Entonces dijo a los discípulos:
     -Se alzará nación contra nación y reino contra reino, 11habrá grandes terremotos y, en diversos lugares, hambre y epidemias; habrá fenómenos terribles y señales grandes en el cielo.
     12Pero antes de todo eso os perseguirán y os echarán mano, para entregaros a las sinagogas y cárceles y conduciros ante reyes y gobernadores por causa mía. 13Tendréis en eso una prueba. 14Ahora, haced el propósito de no preocuparos por vuestra defensa, 15porque yo os daré palabras tan acertadas que ninguno de vuestros adversarios podrá haceros frente o contradeciros. 16Hasta vuestros padres y hermanos, parientes y amigos, os entregarán y os harán morir a algunos. 17Seréis odiados de todos por razón de mi persona, 18pero no perderéis ni un pelo de la cabeza. 19Con vuestra constancia conseguiréis la vida.

Notas

     Jesús acaba de advertir a sus discípulos del peligro que encierran algunas actitudes como la de los fariseos, que disfrutan cuando se sienten reconocidos y alabados por la gente: su religiosidad es falsa, porque está centrada en ellos mismos, en las apariencias. Pero luego no tienen reparo de aprovecharse de los más débiles, esquilmando a las viudas con pretexto de largos rezos» (Lc 20,485-47). Y a continuación, e inmediatamente antes del evangelio de este domingo, ha puesto de ejemplo la generosidad de una viuda: su donativo es económicamente insignificante, comparado con los de los ricachones que pasaron antes de ella; pero el de aquellos, que acrecentaba notablemente el tesoro -¡el esplendor!- del templo, nada valía a los ojos de Dios; el de ésta llevaba consigo el don de su misma vida: esa generosidad era, con mucho, lo más valioso a los ojos de Dios.
     Los que se admiran por el esplendor del templo parece que son algunos  de entre los mismos discípulos, lo que revela que éstos no habían asimilado la enseñanza de Jesús, ya que siguen admirándose por la apariencia de las paredes y de los regalos que dejaban en el templo los ricos y olvidándose de lo que todo aquello escondía: una cueva de bandidos  (Lc 19,46). A esa admiración responde Jesús con un anuncio que no deja lugar a dudas: todo aquello acabará siendo totalmente destruido.
     Algunos piensan que esa destrucción será sólo el preludio de una intervención divina que traería la salvación definitiva para su pueblo; por eso el anuncio no les preocupa y, con plena tranquilidad, le preguntan por la fecha y las señales que anunciarán tal catástrofe.
     La respuesta de Jesús descarta una restauración inmediata, a pesar de los falsos mesías que intentarán confundir a la gente; al contrario, los conflictos violentos se mantendrán y, como ya lo habrá sido él mismo, los discípulos serán perseguidos por los poderosos de la Tierra, por mantenerse fieles a él y a su mensaje. Esa persecución será prueba de que van por el camino justo.
     Y no deberán andar preocupados por tener preparada la defensa para salir libres de los juicios a los que sean sometidos: mejor lo harán si ponen toda su confianza en las palabras que, en ese momento les inspirará con fuerza el Espíritu de Jesús.
     El conflicto que provocará el anuncio del mensaje no dejará al margen ni siquiera a la familia; todos los que viven a gusto en el orden presente sentirán odio hacia los seguidores de Jesús. En esta situación habrá mantener con constancia la fidelidad a Jesús y a su proyecto: esa constancia será garantía de vida definitiva.

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