⁹ Yo, el viejo Pablo, ahora además preso por el Mesías Jesús. ¹⁰ Te ruego en favor de este hijo mío, de Onésimo, al que engendré en la cárcel.
    ¹² Te lo mando de vuelta a él, es decir, al hijo de mis entrañas. ¹³ Me habría gustado retenerlo conmigo para que él me sirviera en lugar tuyo mientras estoy preso por el evangelio.
    ¹⁴ Sin embargo no quise hacer nada sin contar contigo; no quiero que tu bondad parezca forzada, sino espontánea.
    ¹⁵ Si te dejó por algún tiempo, fue tal vez para que ahora lo recobres definitivamente, ¹⁶ y no ya como esclavo, más que como esclavo, como hermano querido; para mí lo es muchísimo, cuánto más va a serlo para ti, como hombre y como cristiano.
    ¹⁷ Si te sientes solidario conmigo, recíbelo como si fuera yo.

    Filemón era un cristiano acomodado, convertido por Pablo. Un esclavo suyo se escapó y conoció a Pablo que, en ese momento estaba en cárcel (v.10) y se hizo cristiano (v.12).
    Pablo, que no cuestiona -ni trata- desde el punto de vista teórico el tema de la esclavitud, sí deja ver los principios fundamentales de la fe cristiana: Onésimo, el esclavo que se escapó, vuelve ahora como hermano. La superación de la esclavitud no es una exigencia exclusivamente cristiana sino también humana, como muestra el v. 16: «...para que ahora lo recobres definitivamente, y no ya como esclavo, más que como esclavo, como hermano querido; para mí lo es muchísimo, cuanto más va a serlo para ti, como hombre y como cristiano». Recibirlo así será también una señal de solidaridad con el apóstol.