Domingo 5º del Tiempo Ordinario - Ciclo A

Salmo responsorial: Salmo 146 [147 A]

 

Texto

1 ¡Aleluya!

Alabad al Señor, que la música es buena,
    nuestro Dios merece una alabanza armoniosa.
2 El Señor reconstruye Jerusalén,
    reúne a los deportados de Israel,
3 él sana los corazones destrozados,
    venda sus heridas.
4 Cuenta el número de las estrellas,
    a cada una la llama por su nombre.
5 Nuestro Señor es grande y poderoso,
    su sabiduría no tiene medida.
6 El Señor sostiene a los humildes,
    humilla hasta el polvo a los malvados.

Notas

    Himno de alabanza.
    Invitación a alabar a Dios mediante la música. En el fragmento seleccionado se ofrecen tres razones para alabar a Dios (o una única razón, su grandeza y su sabiduría sin medida que se manifiesta de tres modos distintos).
    El primer motivo de alabanza es la acción liberadora de Dios: Dios muestra su poder haciendo posible la vuelta de los deportados y la reconstrucción de Jerusalén.
    El segundo motivo es la creación: el Cosmos, el Universo, que Dios creó, que conoce y que domina.
    El tercero conecta con el primero: Dios no es neutral; la humanidad está dividida y Dios ha optado por los de abajo, por los humillados; también así -sobre todo así-, Dios revela su grandeza, su poder y su sabiduría.
    Aunque aquí no es ese el tema, el último verso -humilla hasta el polvo a los malvados- deja traslucir la doctrina que se debate en el libro de Job.

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