Domingo 2º de Cuaresma - Ciclo A

Primera Lectura: Génesis 12,1-4a

 

Texto

     12 1 El Señor dijo a Abrán:
     - Sal de tu tierra nativa
          y de la casa de tu padre,
          a la tierra que te mostraré.
     2 Haré de ti un gran pueblo,
          te bendeciré, haré famoso tu nombre,
          y será una bendición.
     3 Bendeciré a los que te bendigan
          maldeciré a los que te maldigan.
     Con tu nombre se bendecirán
     todas las familias del mundo.

       4 Abrán marchó, como le había dicho el Señor.

Notas

     El capítulo 11 del libro del Génesis contiene el relato de la Torre de Babel: el hombre culmina su desafío frente a Dios; el seréis como dioses del primer pecado llega a su culmen. La consecuencia, la imposibilidad de comunicarse entre los miembros de la única raza humana.  A continuación sigue una larga genealogía que termina (11,30) en Abrán, casado con Saray, una mujer estéril (la primera mujer estéril). Todo parece haber acabado.
     Pero el horizonte de la historia humana vuelve a abrirse por iniciativa divina: a la maldición que el hombre parece haber atraído sobre sí, responde Dios con la llamada a Abrám y con la promesa de bendición que, a través de el, se ofrece a «todas las familias del mundo».
     La llamada es una orden tajante: Dios está decidido a continuar y a mantener una relación salvífica con la humanidad (12,1). El contenido de la orden anuncia el futuro éxodo: Abrán tiene que romper con su pasado, se convierte en emigrante y se va a buscar una nueva vida en una tierra nueva.
     Sigue el diseño de la acción salvadora de Dios: comienza con la promesa de descendencia, de un hijo que acabará convirtiéndose en un gran pueblo (lo que supone la superación de la esterilidad de Saray). A continuación se le anuncia a Abrán que su nombre será famoso porque será cauce de la bendición de Dios; finalmente se amplia a máximo el horizonte de la promesa: toda la humanidad, todos los que acojan el proyecto que se encarna en la persona y el nombre de Abrahán y en el pueblo que nacerá de él. Proyecto y bendición tienen, ya desde el principio, una manifiesta dimensión universal.

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