Domingo 13º de Tiempo Ordinario - Ciclo A

Evangelio: Mateo 10,37-42

 

Texto

    37El que quiere a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; el que quiere a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí; 38y el que no coge su cruz y me sigue, no es digno de mí.
    39El que ponga al seguro su vida, la perderá, y el que pierda su vida por causa mía, la pondrá al seguro.
    40El que os recibe a vosotros, me recibe a mí, y el que me recibe a mí recibe al que me ha enviado. 41El que recibe a un profeta en calidad de profeta tendrá recompensa de profeta: el que recibe a un justo en calidad de justo, tendrá recompensa de justo; 42y cualquiera que le dé a beber aunque sea un vaso de agua fresca a uno de estos pequeños por su calidad de discípulo, no se quedará sin recompensa, os lo aseguro.

Notas

    No todo vale. La paz de la que hablan las bienaventuranzas (5,9) no equivale a cerrar los ojos ante el mal. La paz que Jesús trae a la tierra no consiste en un cómodo conformismo, ni en la cobarde ocultación de la injusticia: «No penséis que he venido a sembrar paz en la tierra: no he venido a sembrar paz, sino espada. Porque he venido a enemistar al hombre con su padre... así que los enemigos de uno serán los de su propia casa» (Mateo 10,34-36). Estas palabras de Jesús, que no se leerán en la celebración litúrgica, son, sin embargo, imprescindibles para entender el evangelio de hoy.
    La espada simboliza el discernimiento, que separa lo que está de acuerdo con el plan de Dios con lo que se le opone; y ese discernimiento es conflictivo, tanto dentro del individuo como en la sociedad e, incluso, en el interior de la familia.
    Lo inevitable del conflicto exige que el seguidor de Jesús tenga una prioridad clara: ante la lucha por la justicia, en relación con el trabajo por el reino de Dios, todo lo demás debe quedar subordinado, la familia, la propia fama (hay que estar dispuestos a ser considerados reos de muerte) y hasta la propia vida.
    Ésta, sin embargo, está más segura del lado del evangelio, es decir, del lado de Dios, el mejor -el único- seguro de vida.
    En ese conflicto en el que se verán inmersos los seguidores de Jesús, habrá quienes se pongan de su lado y quienes se les opongan; Jesús promete que no quedarán sin recompensa quienes les ayuden precisamente por ser discípulos de Jesús.

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