Santos Pedro y Pablo, apóstoles - Segunda lectura
2ª Timoteo 4,6-8.17-18
6 Pues por lo que a mí toca, estoy para derramar mi sangre y no me falta mucho para soltar las amarras. 7 He competido en noble lucha, he corrido hasta la meta, me he mantenido fiel. 8 Ahora ya me aguarda la merecida corona con la que el Señor, juez justo, me premiará el último día, y no sólo a mí, sino también a todos los que anhelan su venida. |
Pablo ofrece a Timoteo su propia experiencia como modelo a seguir: él ha dedicado por completo su vida al anuncio del evangelio, entregándola poco a poco, día a día en la realización de su misión; ahora está a punto de entregarla de una vez. Pero ese trance tan decisivo no le produce ninguna ansiedad: él se sabe en manos del Señor, juez justo que le hará justicia a él y a todos los que comparten su esperanza.
La seguridad en la justicia de Dios contrasta con la soledad en la que se encontró cuando fue llevado ante los tribunales (v. 16), aunque en aquellos momentos tampoco le faltó la ayuda y la presencia cercana del Señor (probablemente se refiera a la detención que sufrió en Corinto, Hch 18,12-17, en donde se da cuenta además del apoyo que Pablo recibe del Señor: Hch 18,9-10; también podría referirse a la detención que sufrió en Jerusalén y a su primer discurso en defensa propia: Hch 21,27ss).