3 ¡Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor, Jesús Mesías, que, por medio del Mesías, nos ha bendecido desde el cielo con toda bendición del Espíritu! 4 Porque nos eligió con él antes de crear el mundo, para que estuviéramos consagrados y sin defecto a sus ojos por el amor; 5 destinándonos ya entonces a ser adoptados por hijos suyos por medio de Jesús Mesías -conforme a su querer y a su designio-, 6 a ser un himno a su gloriosa generosidad. La derramó sobre nosotros por medio de su Hijo querido, 7 el cual, con su sangre, nos ha obtenido la liberación, el perdón de los pecados: muestra de su inagotable generosidad. 8 Y la derrochó con nosotros -y ¡con cuánta sabiduría e inteligencia!-, 9 revelándonos su designio secreto, conforme al querer y proyecto que él tenía 10 para llevar la historia a su plenitud: hacer la unidad del universo por medio del Mesías, de lo terrestre y de lo celeste. 11 Por su medio, pues por él Dios hizo de nosotros su heredad (a esto habíamos sido destinados, conforme al proyecto de aquel que activa el universo según su plan y su designio), 12 para que los que ya esperábamos en el Mesías fuéramos un himno a su gloria. 13 Y por él también, vosotros, después de oír el mensaje de la verdad, la buena noticia de vuestra salvación, por él, al creer, fuisteis sellados con el Espíritu Santo prometido, 14 garantía de nuestra herencia, para liberación de su patrimonio, para himno a su gloria. |
Tras el saludo inicial (1,1-2), comienza de la carta con una bendición; en el fondo se trata de una acción de gracias a Dios por el amor que ha manifestado a la humanidad por medio de Jesús y que se ha concretado en el don del Espíritu, es decir, en la comunicación de la vida del mismo Dios. Todo responde a un plan preestablecido por Dios, que quiere que su amor generoso brille universalmente en el amor de los hombres que, adoptados como hijos suyos, viven como hermanos; ese plan ha sido realizado por Jesús quien, con el don de su propia vida, ha abierto para toda la humanidad la posibilidad de participar de la plena liberación: la que alcanza a lo más profundo de la conciencia humana, la que supone la ruptura del hombre con todo tipo de complicidad con la injusticia. Ese es el designio secreto, el misterio que revela Jesús: la unidad del universo, esto es, de la humanidad toda, a la que, después de una fase inicial centrada en Israel, se le abre la posibilidad de convertirse en una familia universal, gracias al amor de Dios que llega con el don del Espíritu por medio de Jesús Mesías. Ese amor está ya realizado en la comunidad de Éfeso, y Pablo da a Dios gracias por ello. |