Domingo 2º de Cuaresma - Ciclo B

Segunda Lectura: Romanos 8,31b-34

 

Texto

     31¿Cabe decir más? Si Dios está a favor nuestro, ¿quién podrá estar en contra? 32Aquel que no escatimó a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo es posible que con él no nos lo regale todo? 33¿Quién será el fiscal de los elegidos de Dios? Dios, el que perdona. 34 Y ¿a quién tocará condenarlos? ¿Al Mesías Jesús, el que murió, o, mejor dicho, resucitó, el mismo que está a la derecha de Dios, el mismo que intercede en favor nuestro?

Notas

     En las palabras de Pablo se descubre el eco del relato del sacrificio de Isaac: Dios sí que ha ofrecido su hijo como don para toda la humanidad. Pero tampoco aquí Dios se presenta como una divinidad sedienta de sangre: la entrega de su hijo es un gesto de amor; la sangre derramada no es la exigencia de un Dios justiciero como condición para otorgar su perdón. Muy al contrario, es consecuencia del odio de los que no aceptaron nunca el amor de Dios ni para ellos, ni como norma de vida para la humanidad.
     El acento del párrafo recae no tanto en la muerte, sino en la resurrección y la presencia del Hijo a la derecha del Padre.
     Los cristianos pueden confiar plenamente en ese amor: nada tiene que temer el hombre de Dios, que ya ha dado muestras más que sobradas de que Él es sólo y todo amor. Todo lo dicho vale también respecto al Mesías Jesús, en quien se manifestó el amor de Dios a la humanidad y que, dice Pablo, continúa intercediendo en favor de sus seguidores.

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