Domingo de Ramos - Ciclo B
Segunda lectura: Filipenses 2,6-11
6Él, a pesar de su condición divina, no se aferró a su categoría de Dios; 7al contrario, se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo, haciéndose uno de tantos. Así, presentándose como simple hombre, 8se abajó, siendo fiel hasta la muerte y muerte en cruz. 9Por eso Dios lo encumbró sobre todo y le concedió el título que sobrepasa todo título; 10de modo que a ese título de Jesús toda rodilla se doble -en el cielo, en la tierra, en el abismo- 11y toda boca proclame (Is 45,23) que Jesús, el Mesías, es Señor, para gloria de Dios Padre. |
Tratar de explicar el contenido de este antiguo himno cristiano es tarea poco menos que imposible. Que Dios se ha hecho presente en este mundo asumiendo la condición de esclavo... haciéndose uno de tantos... presentándose como un simple hombre... o se acepta (y entonces se descubre a Dios con una luz totalmente nueva que ilumina a su vez el sentido de la existencia humana) o no se acepta. Si se reconoce a Dios en el Hombre Jesús todo lo verdaderamente humano queda divinizado, comprometerse en la construcción de un mundo justo, fraterno y en paz es colaborar con el plan de Dios y darle gloria es proclamar, como hicieron aquellos cristianos de los primeros tiempos recitando este himno, que el Hombre Jesús, el Mesías, es Señor.
Y todo esto -este himno- lo usa San Pablo para apoyar la exhortación que dirige a la comunidad de Filipos, urgiéndoles a que anden de acuerdo entre ellos, «teniendo un amor recíproco y un interés unánime por la unidad.» (Flp 2,2) y a que «En vez de obrar por egoísmo o presunción, cada cual considere humildemente que los otros son superiores, y nadie mire únicamente por lo suyo, sino también cada uno por lo de los demás.» (Flp 2,3): la solidaridad de la comunidad, anuncio y semilla de una humanidad enteramente solidaria, es el objetivo de la entrega de Jesús, de su fidelidad hasta la muerte.