Domingo 4º del Tiempo Ordinario - Ciclo A

Segunda Lectura: 1ª Corintios 1,26-31

 

Texto

    26 Y si no, hermanos, fijaos a quiénes os llamó Dios: no a muchos intelectuales, ni a muchos poderosos, ni a muchos de buena familia; 27 todo lo contrario: lo necio del mundo se lo escogió Dios para humillar a los sabios; y lo débil del mundo se lo escogió Dios para humillar a lo fuerte; 28 y lo plebeyo del mundo, lo despreciado, se lo escogió Dios: lo que no existe, para anular a lo que existe, 29 de modo que ningún mortal pueda enorgullecerse ante Dios.
    30 Pero de él viene que vosotros, mediante el Mesías Jesús, tengáis existencia, pues él se hizo para nosotros saber que viene de Dios: honradez y, además, consagración y liberación, 31 para que, como dice la Escritura: «El que está orgulloso, que esté orgulloso del Señor» (Jr 9,22).

Notas

    Si entendemos “mundo” en el sentido que le damos a esta palabra en el lenguaje ordinario habría que considerar que a Dios le agrada la necedad y la debilidad frente a la ciencia, la cultura, la salud o el espíritu deportivo.
    Pero en el lenguaje del Nuevo Testamento y en este contexto en concreto, mundo significa “orden”, orden social. Desde este punto de vista, ¿quiénes son los fuertes o los listos de nuestro mundo? Los explotadores y los violentos, los ricos y los opresores, los señores de la guerra y los amos del dinero; frente a ellos Dios ha escogido lo necio y lo débil, lo que no existe todavía pero que a medida que vaya llegando a la existencia tendrá la virtualidad de anular lo que ahora existe. Así se entiende, así tiene sentido la locura de Dios, la locura de la cruz.

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