¹ Porque no quiero que olvidéis, hermanos, que nuestros antepasados estuvieron todos bajo la nube, que todos atravesaron el mar ² y que, en la nube y en el mar, recibieron todos un bautismo que los vinculaba a Moisés. ³ Todos también comieron el mismo alimento profético y todos bebieron la misma bebida profética, ⁴ porque bebían de la roca profética que los acompañaba, roca que representaba al Mesías. ⁵ A pesar de eso, la mayoría no agradó a Dios, y la prueba es que fueron abatidos en el desierto.
    ⁶ Todo esto sucedió para que aprendiéramos nosotros, para que no estemos deseosos de lo malo, como ellos lo desearon.
    ¹⁰ Tampoco protestéis, como protestaron algunos de ellos y perecieron a manos del exterminador. ¹¹ A ellos les sucedían estas cosas para que aprendieran, y se escribieron para que escarmentemos nosotros, a quienes llegan los resultados de la historia. ¹² Por consiguiente, quien se ufana de estar en pie, cuidado con caerse.

    Pablo trata de extraer para sus lectores una enseñanza de los relatos bíblicos del éxodo: los israelitas que caminaron por el desierto estuvieron vinculados al proyecto liberador de Dios liderado por Moisés; sin embargo muchos de ellos murieron en el desierto, sin llegar a gozar de la plena realización de la promesa, sin poder alcanzar la tierra prometida. La interpretación de Pablo es esta: estos no rompieron del todo con lo que desagrada a Dios y siguieron deseando lo malo y llegaron a considerar como su liberador a un dios falso, a una imagen de oro hecha con sus propias manos (v.7). Igualmente recuerda Pablo las protestas de los israelitas ante las dificultades del camino por el desierto (por ejemplo, 16,1-3; 17,1-7), como causa de que su esperanza se viera frustrada.
    Todo eso, dice Pablo, sucedió para que nosotros aprendiéramos y escarmentáramos en cabeza ajena: Dios nos ha vuelto a hacer una oferta salvadora por medio de Jesús que será eficaz o no dependiendo de cuál sea nuestra respuesta.