Todos los Santos
Segunda lectura: 1Jn 3,1-3
1 Mirad qué muestra de amor nos ha dado el Padre, que nos llamemos hijos de Dios; y de hecho lo somos. La razón de que el mundo no nos reconozca es que no lo ha conocido a él. 2 Amigos míos, hijos de Dios lo somos ya, aunque todavía no se ha manifestado lo que vamos a ser; pero sabemos que cuando eso se manifieste seremos semejantes a él, puesto que lo veremos como es. 3 Todo el que tiene puesta en él esta esperanza se purifica, para ser puro como él lo es. |
Reflexión sobre la existencia cristiana: los cristianos han sido beneficiarios del amor de Dios y, con su amor, han recibido su propia vida: son hijos de Dios. Esta afirmación no es una metáfora, sino una realidad. Aunque el Mundo, es decir, la sociedad humana organizada (cosmos, en griego, significa, en primer lugar “orden”) de espaldas al plan de Dios, no puede ni descubrir a Dios ni reconocer su presencia y su acción en los que han sido hechos hijos suyos.
Ser hijos de Dios es ya una realidad, pero en proceso, en camino hacia una plenitud que se manifestará en un futuro. Para el presente queda la esperanza y el compromiso de ir transformándose -purificándose, en el lenguaje de Juan-, es decir, rompiendo con los valores de este mundo y eliminando lo que de él pueda quedar en nosotros, en coherencia con la esperanza que nos anima.