Domingo 26º del Tiempo Ordinario - Ciclo A

Segunda lectura: Filipenses 2,1-11 

 

 

2          1 Entonces, si hay un estímulo en el Mesías y un aliento en el amor mutuo, si existe una solidaridad de espíritu y un cariño entrañable, 2 hacedme feliz del todo y andad de acuerdo, teniendo un amor recíproco y un interés unánime por la unidad. 3 En vez de obrar por egoísmo o presunción, cada cual considere humildemente que los otros son superiores 4 y nadie mire únicamente por lo suyo, sino también cada uno por lo de los demás.
            5 Entre vosotros tened la misma actitud del Mesías Jesús:

            6 Él, a pesar de su condición divina,
                        no se aferró a su categoría de Dios;
            7 al contrario, se despojó de su rango
                        y tomó la condición de siervo,
                        haciéndose uno de tantos.
            Así, presentándose como simple hombre,
                                8 se abajó, siendo fiel hasta la muerte,
                        y muerte en cruz.
                        9 Por eso Dios lo encumbró sobre todo
                        y le concedió el título que sobrepasa todo título;
                        10 de modo que a ese título de Jesús
                        toda rodilla se doble
                        -en el cielo, en la tierra, en el abismo-
            11 y toda boca proclame (Is 45,23)
                        que Jesús, el Mesías, es Señor,
                        para gloria de Dios Padre.

 

           

            Las recomendaciones de Pablo a los filipenses revelan ciertas divisiones en la comunidad motivadas por el deseo de preeminencia, por el deseo de ser más que los demás. Pablo se apoya en el deseo de ser fieles al mensaje del Mesías y el impulso a la práctica del amor mutuo presentes en la comunidad para pedirles que colmen su alegría fortaleciendo el amor mutuo y comprometiéndose en el mantenimiento de la unidad. Para ello les dice, es necesario que cada uno aprecie más los valores ajenos que a los propios y esté atento no sólo a sus propios asuntos sino a las necesidades de los demás.
            Como modelo Pablo presenta a Jesús, recogiendo un himno que es posible que sus lectores lo conocieran y lo recitaran en las celebraciones litúrgicas. Este himno canta y describe el abajamiento de Jesús Mesías, su fidelidad -obediencia- a la misión que el Padre le había encomendado y su final encumbramiento que redunda en gloria de Dios Padre.
            De todos modos, el intento de explicar racionalmente el contenido de este antiguo himno cristiano es tarea poco menos que imposible. Que Dios se ha hecho presente en este mundo asumiendo la condición de esclavo... haciéndose uno de tantos... presentándose como un simple hombre... o se acepta (y entonces se descubre a Dios con una luz totalmente nueva que ilumina a su vez el sentido de la existencia humana) o no se acepta. Si se reconoce a Dios en el Hombre Jesús todo lo verdaderamente humano queda divinizado y dar gloria de Dios consistirá en proclamar, como hicieron aquellos cristianos de los primeros tiempos recitando este himno, que el Hombre Jesús, el Mesías, es Señor.

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