Solemnidad de la Ascensión - Ciclo B

Segunda Lectura: Elegir una de las dos lecturas

 

Efesios 1,17-23                                    Texto                                    Efesios 4,1-13

 

     17 Que el Dios de nuestro Señor, Jesús Mesías, el Padre que posee la gloria, os dé un saber y una revelación interior con profundo conocimiento de él; 18 que tenga iluminados los ojos de vuestra alma, para que comprendáis qué esperanza abre su llamamiento, qué tesoro es la gloriosa herencia destinada a sus consagrados 19 y qué extraordinaria su potencia en favor de los que creemos, conforme a la eficacia de su poderosa fuerza.
     20 Desplegó esa eficacia con el Mesías, resucitándolo y sentándolo a su derecha en el cielo, 21 por encima de toda soberanía y autoridad y poder y dominio, y de todo título reconocido no sólo en esta edad, sino también en la futura. 22 Sí, todo lo sometió bajo sus pies, y a él lo hizo, por encima de todo, cabeza de la Iglesia, 23 que es su cuerpo, el complemento del que llena totalmente el universo.

4     1 En consecuencia, un favor os pido, yo, el prisionero por el Señor: Que viváis a la altura del llamamiento que habéis recibido; 2 sed de lo más humilde y sencillo, sed pacientes y conllevaos unos a otros con amor.  3 Esforzaos por mantener la unidad que crea el Espíritu, estrechándola con la paz. 4 Hay un solo cuerpo y un solo Espíritu, como una es también la esperanza que os abrió su llamamiento; 5 un Señor, una fe, un bautismo, 6 un Dios y Padre de todos, que está sobre todos, entre todos y en todos.
     7 Pero cada uno hemos recibido el don en la medida en que el Mesías nos lo dio. 8 Por eso dice la Escritura: «Subió a lo alto llevando cautivos, dio dones a los hombres» (Sal 67,19).
     9 ¿Qué significa ese «subió» sino que también ha bajado a esta tierra inferior? 10 El  que ha bajado es aquel que había subido por encima de los cielos para llenar el universo. 11 Y así, fue él quien dio a unos como apóstoles, a otros como profetas, a otros como evangelistas, a otros como pastores y maestros, 12 con el fin de equipar a los consagrados para la tarea del servicio, para construir el cuerpo del Mesías; 13 hasta que todos sin excepción alcancemos la unidad que es fruto de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, la edad adulta, el desarrollo que corresponde a la plenitud del Mesías.

Notas

     Después de haber presentado una síntesis de la Historia de la Salvación, culminada por el don del Espíritu (1,3-14), Pablo da gracias a Dios por la fe y el amor que caracterizan a los cristianos de la comunidad de Éfeso (1,15-16) y, a continuación añade una bendición mediante la que expresa su deseo de que el Padre -este es ya el nombre del Dios de Jesús- les conceda conocerlo; el conocimiento del Padre descubrirá la esperanza a la que están llamados, fruto de su amor: el proyecto que el Padre tiene sobre el hombre y que quiere que se realice en la comunidad de los seguidores de su Hijo, manifestando así toda la potencia del amor de Dios.
     La eficacia de ese poder ya se ha manifestado en Jesús, al que Dios ha resucitado y llevado junto a sí, situándolo por encima de cualquier poder humano, de cualquier poder opresor del hombre.
     El triunfo del Mesías no lo separa de la humanidad; él está en medio de ella, presente en la comunidad cristiana, que es su cuerpo.

     Pablo exhorta a los cristianos de Éfeso a ser coherentes con la fe que profesan poniendo en práctica los valores que considera característicos del seguidor de Jesús: humildad, sencillez y, sobre todo, amor fraterno.
     Las palabras de Pablo sugieren que habrá en las comunidades cristianas discrepancias y, tal vez, situaciones de conflicto que deberán ser superadas mediante ese amor, de modo que se alcance el objetivo de la unidad y la paz. Amor y unidad son fruto de la acción del Espíritu que constituye a los seguidores de Jesús en un solo cuerpo y proyecta su futuro en una esperanza común, los confirma en una única fe alrededor de un único Señor y un Padre común de todos.
     Esa unidad, sin embargo, no significa uniformidad  pues el don, la gracia, que recibe cada uno es distinto del de los demás. Todos sin embargo, deben buscar el mismo fin: la construcción de la comunidad, el cuerpo del Mesías, de modo que, gracias a la contribución de cada uno, todos los miembros de la misma alcancen la plena madurez que corresponde a la plenitud de Jesús Mesías.

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