Santos Pedro y Pablo, apóstoles - Salmo responsorial
Salmo 33,2-9
2Bendigo al Señor en todo momento, su alabanza está siempre en mi boca; 3 mi alma se gloría en el Señor: que los humildes lo escuchen y se alegren; 4 proclamad conmigo la grandeza del Señor, ensalcemos juntos su nombre. 5 Yo consulté al Señor y me respondió, me libró de todas mis ansias; 6 contempladlo y quedaréis radiantes, vuestro rostro no se avergonzará. 7 Si el afligido invoca al Señor, él lo escucha y lo salva de sus angustias; 8 el ángel del Señor acampa en torno a sus fieles, y los protege. 9 Gustad y ved qué bueno es el Señor, dichoso el que se acoge a él. |
Salmo alfabético, de alabanza y, especialmente en la segunda parte, de estilo sapiencial.
El salmista comienza con una invitación a los humildes para que, siguiendo su ejemplo, entonen un himno de alabanza y proclamen la grandeza del Señor. Esa misma proclamación, en tanto que reconoce el carácter salvador de la acción de Dios, será causa de gozo y alegría para quienes entonan el himno.
La experiencia del salmista proporciona el fundamento y la motivación de la alabanza: Dios ha respondido a su oración liberándolo de todos sus miedos; por eso pasa de la alabanza a la confianza y, de ella, a la esperanza: los que, como él, busquen a Dios, obtendrán una respuesta semejante a la que él recibió: liberación y gozo.
Continúa el salmo con una afirmación categórica: Dios escucha siempre al afligido que se dirige a él y su respuesta es siempre liberadora.
El v. 8 conecta con la primera lectura por su alusión al ángel del Señor, signo de la protección que Dios ofrece a sus fieles.
El último verso contiene la afirmación de que la cercanía de Dios es fuente y garantía de felicidad y bienaventuranza.