2 Día tras día te bendeciré y alabaré tu nombre por siempre jamás. 3 Grande es el Señor, y merece toda alabanza, es incalculable su grandeza. 8 El Señor es clemente y misericordioso, lento a la cólera y rico en piedad; 9 el Señor es bueno con todos, es cariñoso con todas sus criaturas. 17 El Señor es justo en todos sus caminos, es bondadoso en todas sus acciones; 18 cerca está el Señor de los que lo invocan, de los que lo invocan sinceramente. |
Himno de alabanza por la grandeza de Dios que se revela en sus acciones. Éstas manifiestan, sobre todo, la esencia de Dios: su misericordia. El salmista usa la misma fórmula que encontramos en el Sal 102, que ya comentábamos el domingo pasado. El perdón es una de las manifestaciones habituales del amor de Dios: «El Señor es compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia». Esta es la definición que, según el libro del Éxodo, Dios da de sí mismo en el momento de la renovación de la Alianza: «El Señor pasó ante él [Moisés] proclamando: El Señor, el Señor, el Dios compasivo y clemente, paciente misericordioso y fiel, que conserva la misericordia hasta la milésima generación, que perdona culpas, delitos y pecados...» (Ex 34,6-7): mil generaciones de perdón y misericordia frente a sólo cuatro de castigo. La bondad de Dios, la misericordia que lo caracteriza y lo define, no se limita a su pueblo, sino que alcanza a todas sus criaturas. La última estrofa que se lee hoy podríamos considerarla un comentario a las palabras de Isaías: los caminos del Señor son justos, sus acciones descubren su carácter bondadoso: justicia y bondad, bienes que resultan escasos en el mundo de los hombres. La lejanía de Dios se debe a las decisiones que toma el hombre, a los caminos que elige, porque Dios se aproxima y se hace cercano de todos los que se dirigen a Él con sinceridad. |