4 Elías llegó a Berseba de Judá y dejó allí a su criado. Él continuó por el desierto, una jornada de camino, y al final se sentó bajo una retama y se deseó la muerte: - ¡Basta, Señor! ¡Quítame la vida, que yo no valgo más que mis padres! 5 Se echó bajo la retama y se durmió. De pronto un ángel le tocó y le dijo: - Levántate, come! 6 Miró Elías y vio a su cabecera un pan cocido sobre piedras y un jarro de agua. Comió, bebió y se volvió a echar. 7 Pero el ángel del Señor le volvió a tocar y le dijo: - ¡Levántate, come! Que el camino es superior a tus fuerzas. 8 Elías se levantó, comió y bebió, y con la fuerza de aquel alimento caminó cuarenta días y cuarenta noches hasta el Horeb, el monte de Dios. | | Se repite una vez más el tema del cansancio en el compromiso con el designio de Dios. En esta lectura quien se siente agotado es Elías, que huye porque teme que la reina Jezabel le quite la vida (Elías, que debía ser de armas tomar, había pasado a cuchillo a los profetas de Baal, dios al que la reina, que era fenicia, adoraba). Elías siente la tentación de abandonarlo todo hasta el punto de que él, que está huyendo para salvar su vida, pide a Dios que se la quite; la respuesta le llega cuando, dormido, recibe la visita de un mensajero del Señor que le encarga una nueva y más exigente tarea un camino superior a sus fuerzas. Por eso, para esa nueva empresa, Dios le ofrece su apoyo, un alimento prodigioso que le permite realizar el camino completo (cuarenta días y cuarenta noches, como Moisés en el Sinaí, Ex 34,28) hasta llegar al monte Horeb en donde volverá a recibir un nuevo encargo del Señor. |