1 Entonces el Señor habló a Job desde la tormenta: 8 - ¿Quién cerró el mar con una puerta, cuando salía impetuoso del seno materno, 9 cuando le puse nubes por mantillas y niebla por pañales, 10 cuando le impuse un límite con puertas y cerrojos, 11 y le dije: «Hasta aquí llegarás y no pasarás; aquí se romperá la arrogancia de tus olas?» |
El libro de Job plantea, dramatizado, el problema del sufrimiento de un hombre justo. En él intervienen diversos personajes entre los que cabe destacar a Job, el protagonista y a tres amigos suyos: Elifaz, Bildad y Sofar. Ante las desgracias que sufre Job estos defenderán que debe haber cometido algún pecado, puesto que las adversidades se interpretan en el Antiguo Testamento como castigo de Dios por los pecados que el hombre comete, y lo instan a que reconozca su culpa e implore el perdón del Señor. Job, por su parte, defiende su inocencia y pide que Dios responda a sus argumentos (29-31). Los amigos callan, dando por buenas las razones de Job, lo que hace que un lector posterior, escandalizado porque Dios haya quedado en mal lugar, introduzca un personaje nuevo, Elihu, desautorizando tanto a éstos como a Job (32-37). El capítulo 38 debe conectarse con el final del 31, es decir, con la petición, o más bien la exigencia que expresa Job: que Dios hable. El fragmento que se lee hoy pertenece a la primera parte de la respuesta de Dios, en la que éste dirige a Job una extensa serie de preguntas que podrían sintetizarse en estas “¿está el hombre capacitado para dar una explicación plena y satisfactoria de Dios? ¿Puede el hombre pretender abarcar en su integridad la grandeza de Dios y dar explicación plena de sus designios?” Al final, por la vía de los hechos, después de que Job haya reconocido su pequeñez ante la grandeza de Dios, Dios le dará la razón frente a sus amigos, devolviéndole la salud y la prosperidad. |