⁹ Entonces el Señor dijo a Josué:
    - Hoy os he quitado de encima el oprobio de Egipto. Y a aquel sitio le pusieron el nombre de Guilgal, y todavía se llama así.
    ¹⁰ Los israelitas estuvieron acampados en Guilgal y celebraron la Pascua el catorce del mismo mes, por la tarde, en la llanura de Jericó. ¹¹ A partir del día siguiente a la Pascua comieron de los productos del país; el día de Pascua comieron panes ázimos y grano tostado. ¹² A partir del día siguiente, cuando comieron de los productos del país, faltó el maná. Los israelitas no volvieron a tener maná; aquel año comieron de los frutos del país de Canaán.

    Los israelitas acaban de entrar en la tierra prometida, atravesando el Jordán, que Dios había hecho secarse para permitir que los Israelitas completaran su camino a través del desierto (Jos 3-4). Han llegado ya a la tierra prometida. Ya son un pueblo libre y los varones se han circuncidado como signo de pertenencia al pueblo liberado por el Señor (Jos 5,2-8).
    Ya no pesa sobre ellos el oprobio de Egipto. Ya son un pueblo de hombres libres. La celebración de la Pascua, la fiesta de la liberación, que marcó el inicio del éxodo, señala ahora el comienzo de la conquista de la tierra.
    El cambio en la alimentación -desaparece ya el maná que los había alimentado en el camino del desierto- es signo de la nueva situación: los israelitas se alimentan desde ahora de los frutos de la tierra de Canaán. Dios había prometido a Moisés (Ex 3,8.17, primera lectura del domingo pasado) sacar a los israelitas de la esclavitud para llevarlos «a una tierra fértil y espaciosa, tierra que mana leche y miel». Dios ha cumplido del todo su palabra.