Domingo 28º del Tiempo Ordinario - Ciclo C

Primera Lectura: Sabiduría 7,7-11

 

Texto

    7 Por eso supliqué y se me concedió la prudencia;
invoqué y vino a mí el espíritu de sabiduría.
    8 La preferí a cetros y tronos,
y en su comparación tuve en nada la riqueza;
    9 no le equiparé la piedra más preciosa,
porque todo el oro a su lado es un poco de arena,
    y junto a ella, la plata vale lo que el barro;
        10 la quise más que a la salud y la belleza
y me propuse tenerla por luz,
porque su resplandor no tiene ocaso.
        11 Con ella me vinieron todos los bienes juntos,
en sus manos había riquezas incontables.

Notas

    El libro de la Sabiduría, el último libro del Antiguo Testamento, es un libro escrito con el objetivo de  mostrar a los gobernantes cómo deben realizar su labor.
    El autor hace protagonista de este libro a Salomón, rey cuya sabiduría, justicia y prudencia eran proverbiales en Israel. En este párrafo afirma que, habiendo tenido la oportunidad de elegir entre poder, riquezas y sabiduría, prefirió esta última, por considerarla mucho más valiosa. Esa sabiduría que pide a Dios, aunque él aún -en el tiempo literario- no lo sabe, le servirá después para gobernar.
    Qué se entiende en este contexto por “sabiduría” nos lo dice el final del capítulo anterior: «Muchedumbre de sabios salva al mundo y rey prudente da bienestar al pueblo» (Sab 6,24). La verdadera sabiduría se muestra como tal porque trae la salvación a la humanidad y procura paz y felicidad a los pueblos puesto que consiste en la práctica de la justicia: «Amad la justicia, los que regís la tierra, pensad correctamente del Señor...»  (Sab 1,1). Así comienza este libro que bien podría considerarse un tratado de ética y teología política para gobernantes. Justicia y sabiduría se identifican; y juntas caracterizan el buen gobierno.

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