14 En aquellos días, también las autoridades de Judá, los sacerdotes y el pueblo obraron inicuamente, imitando las abominaciones de los paganos y profanando el templo que el Señor había consagrado en Jerusalén. 15 El Señor, Dios de sus padres, les enviaba continuamente mensajeros, porque sentía lástima de su pueblo y de su morada; 16 pero ellos se burlaban de los mensajeros de Dios, se reían de sus palabras y se mofaban de los profetas, hasta que la ira del Señor se encendió sin remedio contra su pueblo. 19 Incendiaron el templo, derribaron la muralla de Jerusalén, pasaron a fuego todos sus palacios y destrozaron todos los objetos de valor. 20 Se llevó desterrados a Babilonia a los supervivientes de la matanza y fueron esclavos suyos y de sus descendientes hasta el triunfo del reino persa. 21 Así se cumplió lo que anunció el Señor por Jeremías, y la tierra disfrutó de su descanso sabático todo el tiempo que estuvo desolada, hasta cumplirse setenta años. 22 El año primero de Ciro, rey de Persia, el Señor, para cumplir lo que había anunciado por medio de Jeremías, movió a Ciro, rey de Persia, a promulgar de palabra y por escrito en todo su reino: 23 - «Ciro, rey de Persia, decreta: El Señor, Dios del cielo, me ha entregado todos los reinos de la Tierra y me ha encargado construirle un templo en Jerusalén de Judá. Todos los de ese pueblo que viven entre nosotros pueden volver. Y que el Señor, su Dios, esté con ellos». |
Explicación teológica del exilio de Babilonia. El texto se refiere a la segunda y más importante deportación (año 586 a.C.), mucho más importante que la primera (597 a.C.). La explicación reproduce el conocido esquema pecado - castigo - restauración, simplificando e interpretando los acontecimientos históricos para que se adapten a este esquema. La primera parte de la lectura (vv. 14-16) describe el pecado del que se hace responsables a las autoridades de Judá, los sacerdotes y el pueblo: es decir todo el pueblo, con sus dirigentes a la cabeza. A pesar del pecado inicial, Dios no abandona a su pueblo y, porque lo sigue amando, le envía mensajeros que, sin embargo, son acogidos con la burla y el desprecio. La segunda parte (19-21) refiere el castigo. Sujeto de las acciones que se describen son Nabucodonosor y su ejército que destruyen el templo y la ciudad de Jerusalén y deportan a sus habitantes. Los acontecimientos, decimos, están simplificados; pero lo que en realidad nos importa ahora es la lectura teológica que se hace de los acontecimientos alrededor del eje ya mencionado de pecado - castigo - restauración. La tercera parte (22-23), anuncia la liberación, como consecuencia de la subida al poder de Ciro en Persia, quien somete a Babilonia y decreta la vuelta de los deportados y a quien el autor del relato considera movido por el Señor. La última frase del decreto -«y que el Señor su Dios esté con ellos»- expresa la esperanza de la restauración fundada en la renovación de la alianza, en el restablecimiento de la presencia de Dios en medio de su pueblo. |