¹⁴ ¡Grita, ciudad de Sión; lanza vítores, Israel;
   festéjalo exultante, Jerusalén capital!
¹⁵ Que el Señor ha expulsado a los tiranos,
   ha echado a tus enemigos;
el Señor dentro de ti es el rey de Israel
   y ya no temerás nada malo.
¹⁶ Aquel día dirán a Jerusalén:
   No temas, Sión, no te acobardes;
¹⁷ el Señor, tu Dios, es dentro de ti
   un guerrero que salva
que goza y se alegra contigo, renovando su amor,
   ¹⁸ se llena de júbilo por ti, como en día de fiesta.

   La profecía de Sofonías se enmarca en una época en la que el pueblo, interpretando la derrota y la muerte de Josías -un rey bueno, observante y favorecedor con su ejemplo y sus decisiones políticas de la práctica religiosa ortodoxa- como un abandono de Dios, vuelve a las prácticas religiosas de carácter pagano.
   El libro de Sofonías, como tantas otras profecías, después de una serie de amenazas contra los que son infieles a la religión yavista, termina con un oráculo de salvación. Los versículos elegidos como primera lectura -a los que precede la mención de un resto de Israel..., un pueblo pobre y humilde, y fiel al Señor-, constituyen el punto culminante de dicho oráculo:
   El profeta anima a sus oyentes a la alegría porque, por un lado, Dios los ha perdonado y, por otro, ha expulsado a sus enemigos, los tiranos. A partir de este momento, la presencia de Dios en medio del pueblo será garantía de un modo de vida conforme a su voluntad, pues Él será rey de Israel, eliminará el temor y dará seguridad, pues el Señor es un guerrero que salva.
   Dios comparte la alegría del pueblo ya que en el motivo de todas sus intervenciones en la historia del pueblo es el amor de Dios que busca siempre la felicidad del pueblo.