13 Seguí mirando, y en la visión nocturna vi venir en las nubes del cielo una figura humana, que se acercó al anciano y se presentó ante él. 14 Le dieron poder real y dominio: todos los pueblos, naciones y lenguas lo respetarán. Su dominio es eterno y no pasa, su reino no tendrá fin. |
El capítulo séptimo del libro de Daniel explica, en forma de visión, un esquema de la historia desde el punto de vista del profeta. En la visión aparecen en primer lugar cuatro fieras (7,1-8) que, según la explicación del libro mismo (7,15-26), representan cuatro imperios cuya característica principal es, especialmente en el cuarto de ellos, el ejercicio soberbio, insolente, cruel y despiadado del poder. Después de la presentación de estos imperios aparece Dios en la figura de un anciano que somete a juicio y condena a los imperios (7,9-12). Lo que sigue es la primera lectura de hoy. Después de la ejecución de la condena aparece un hombre, que se acerca al trono del anciano y a quien se le concede todo el poder para siempre. La interpretación de esta parte de la visión la ofrece también el libro de Daniel: el hombre es figura del pueblo de Israel, a quien corresponderá el poder una vez que los imperios sean destruidos «El poder real y el dominio sobre todos los reinos bajo el cielo serán entregados al pueblo de los santos del Altísimo. Será un reino eterno, al que temerán y se someterán todos los soberanos.» (7,27). Una lectura actualizada podría ser esta: El profeta nos presenta un modo de organizar la convivencia y las relaciones entre los hombres y los pueblos contrario al plan de Dios, el representado por los imperios, que se caracteriza por el endiosamiento del poder; ese modelo será destruido y sustituido por otro, que Dios quiere que sea definitivo, y que está representado por el pueblo que encarna el modelo de convivencia que responde al designio divino, por el pueblo que realiza el proyecto del Dios de la liberación, y que es llamado «el pueblo de los santos del Altísimo» (7,27). |