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1 de abril de 2018 |
Testigos de la resurrección
La resurrección de Jesús no es sólo un dogma, no es una verdad teórica que basta con aceptar intelectualmente. Fue - y tiene que seguir siendo- una experiencia tan profunda que cambió la historia y debe seguir cambiándola día a día. Aquel día empezó un mundo nuevo y una nueva humanidad, completándose la acción creadora del Padre y abriéndose la posibilidad de que todos vivamos como hermanos. Desde el momento en que asumimos como adultos nuestro bautismo nos convertimos en testigos de la resurrección de Jesús. Pero, cómo llevamos nuestro testimonio?
31 de marzo de 2018 |
Más fuerte que la muerte
En un mundo con tanta capacidad de muerte como el nuestro -¿A cuántas personas mata diariamente el hambre? ¿Cuántos planetas como la Tierra podrían destruirse con las armas atómicas almacenadas en las grandes potencias y en otros países del Mundo?-, anunciar la resurrección de Jesús significa proclamar que Dios no está con los que fabrican o bendicen la muerte, sino con los que dan por amor la vida para que sean posibles la felicidad y la vida en plenitud.
30 de marzo de 2018 |
Por la señal de la Santa Cruz
En el catecismo que algunos aprendimos de pequeños se nos decía que la señal del cristiano es la santa cruz y se nos pedía el máximo respeto para ese signo de fe. Pero ¿porqué es así? La cruz, en realidad, es un patíbulo, un instrumento cruel de tortura. Entonces, ¿qué es lo que le da valor a la cruz? Y, ¿de qué modo se expresa el debido respeto a este signo?
29 de marzo de 2018 |
Por el amor que recibimos
Nadie quiere ser siervo; todos, en cambio, queremos ser señores. Al fin y al cabo, desde el primer libro de la Biblia, el Génesis, se nos dice que Dios nos hizo para ser señores; y, según la tradición bíblica, la primera intervención de Dios en la historia humana se realizó para sacar de la servidumbre a un puñado de esclavos. Pero la experiencia nos dice que, en nuestro mundo, ser señor equivale a ser opresor. ¿Hay alguna otra alternativa?
El gesto de Jesús que nos refiere el evangelio de Juan nos descubre un camino nuevo para acceder al señorío: podemos ser señores, no por el poder que poseamos, sino por el amor que, de los demás, libre y gratuitamente recibamos.
25 de marzo de 2018 |
SIERVO NO, HIJO: hijo de hombre, hijo de Dios
Isaías habla de un personaje, el siervo de Yavhéh, que, sufriendo solidariamente salva a muchos. En algunos pasajes del evangelio el mismo Jesús se aplica a sí mismo alguno de esos textos. Pero él nos muestra que el valor salvador del sufrimiento no es el del dolor sino el del amor que en él se puede contener. Y así, aceptando todo el dolor del mundo para mantenerse fiel a su compromiso de amor a todo el mundo, a toda la humanidad, se revela no como siervo, sino como Hijo.
Pero, en las lecturas de este Domingo de Ramos, oiremos decir -por boca de otros o del mismo Jesús- que él es Hijo de David, del Hombre y de Dios. Hijo de David, le llaman las multitudes que lo aclaman en Jerusalén, manifestando la falsa esperanza de ver restaurado en reino de David; [Hijo del] Hombre se llama a sí mismo Jesús, proponiéndose como modelo de hombre y como el rostro humano con el que Dios se revela; Hijo de Dios le llamará el centurión que vigilaba su ejecución, el único que fue capaz de ver el amor de Dios en la sangre humana que aquel hombre vertía.
18 de marzo de 2018 |
Queda la esperanza
Jesús está a punto de culminar su enfrentamiento con los poderes de este mundo: la jerarquía judía, el poder imperial romano... Tratarán de acabar con él pues, en su mensaje, ven un peligro para sus injusticias y privilegios. Y él, que es un hombre de bien, siente horror ante el odio y también, -¡cómo no!- ante el dolor y la muerte. Pero, a pesar de todo, mantiene su compromiso. Y, en su muerte, su amor será semilla de una nueva vida para todos.
Porque así fue su muerte, porque en ella se manifestaron la gloria y el amor de Dios, y porque su semilla sigue dando fruto, todavía podemos tener esperanza.
11 de marzo de 2018 |
No hay temor en el amor
No nos debe dar miedo de Dios; si hay que temer a alguien es a nosotros mismos. No es Dios el que puede amargarnos la vida -ni ésta ni la futura-. Lo que nos puede perder es nuestra insensatez, nuestra resistencia a acoger lo que nos ofrece y el negarnos a aceptarlo tal y como él se quiere manifestar: como amor sin límite.
Nuestra insensatez y la crueldad de los poderosos, los que con su inmensa capacidad de violencia se constituyen en dioses y pueden provocar, cuando quieren, conmoción y terror.
4 de marzo de 2018 |
El templo..., el corazón humano
Por mucho que en el transcurso de los siglos los manipuladores de la fe de los pueblos lo hayan intentado encerrar, Dios no cabe entre cuatro paredes, sólo cabe en el Hombre, en el hombre que, por amor, entrega y gasta la vida luchando por la libertad de sus semejantes. Y en los grupos de hombres en los que ese amor es la característica que los identifica.
Aunque los fieles de todas las religiones se han empeñado en construir para Él casas y palacios, Él ha decidido que no quiere vivir más que al calor del corazón del Hombre que ama a sus hermanos hasta vencer la muerte. Dios no cabe entre cuatro paredes: El Hombre -Jesús como primogénito y cada una de las personas- es, o puede ser, su templo.
25 de febrero de 2018 |
En la lucha de cada día es donde se podrá alcanzar la victoria; por medio del compromiso humilde y fiel, desde abajo, en solidaridad con los que más abajo se han quedado en nuestra sociedad. La meta es gloriosa, la victoria segura: vida definitiva. Pero para lograrla, hay que ganarla. Y puede que, en apariencia -el Padre hará que sólo sea en apariencia-, haya también que perderla.
Pero cuando se ha experimentado cercana o presente la gloria que se espera, existe el peligro de olvidarse del camino que hay que hacer; ahora bien, si para nosotros la meta es la misma que la de Jesús, también es idéntico el camino. Y no valen atajos: no se puede llegar a la meta sin antes completar todo el camino.
18 de febrero de 2018 |
Un pacto con otra vida... para este tiempo
El desastre del diluvio universal terminó con un pacto entre Dios y la humanidad que contiene el compromiso inquebrantable de Dios con la vida. Jesús profundiza este compromiso con otra vida para este tiempo, compromiso al que nos invita a unirnos para con él construir un mundo de hombres hermanos. Para ello, dice, hay que romper con un orden de injusticia y violencia que gobierna nuestro mundo y que es, permanentemente, causa de sufrimiento, de miseria y de muerte.