2Se acercaron unos fariseos y, con intención de tentarlo, le preguntaron si está permitido al marido repudiar a su mujer. 3El les replicó: - ¿Qué os mandó Moisés? 4Contestaron: - Moisés permitió repudiarla, dándole un acta de divorcio. 5Jesús les dijo: - Por lo obstinados que sois os dejó escrito Moisés ese mandamiento. 6Pero, desde el principio de la humanidad Dios los hizo varón y hembra; por eso el hombre dejará a su padre y a su madre 8y serán los dos un solo ser; de modo que ya no son dos, sino un solo ser. 9Luego lo que Dios ha unido, que no lo separe un hombre. 10En la casa, los discípulos le preguntaron a su vez sobre lo mismo. 11Él les dijo: - El que repudia a su mujer y se casa con otra, comete adulterio contra la primera; 12y si ella repudia a su marido y se casa con otro, comete adulterio. 13Le llevaban chiquillos para que los tocase, pero los discípulos se pusieron a regañarles. 14Al verlo Jesús, les dijo indignado: - Dejad que los chiquillos se me acerquen, no se lo impidáis, porque los que son como éstos tienen a Dios por rey. 15Os lo aseguro: quien no acoja el reino de Dios como un chiquillo, no entrará en él. 16Y, abrazándolos, los bendecía imponiéndoles las manos. | | El evangelio tiene hoy dos partes diferenciadas. La primera es una polémica más entre Jesús y los fariseos, ahora sobre la licitud o no del repudio (que no del divorcio). Frente a las tradiciones y las opiniones rabínicas e incluso frente a lo que establece la Ley, Jesús se remonta al libro del Génesis para fundar en la creación de la pareja humana el ideal de un amor firme y perdurable. La regulación del repudio que aparece en el libro del Deuteronomio se interpreta como una debilidad de Moisés que, cediendo a la cerrazón de los israelitas acepta la posibilidad de que el varón repudie a la mujer si «descubre en ella algo vergonzoso» (Dt 24,1-2). Sin embargo el plan de Dios que se revela en el relato de la creación de la primera pareja fue otro distinto del que se deduce de la Ley: un ideal de amor, superior a cualquier otro amor humano y con vocación de permanencia. Al aludir a la posibilidad de repudio a iniciativa de la mujer, Jesús proclama de nuevo la igualdad en derechos y dignidad que quedó establecida en el mismo acto creador de Dios. La segunda parte se refiere a la necesidad de renunciar a toda ambición, a todo deseo de prevalecer por encima de los demás, como condición indispensable para poder seguir a Jesús. El chiquillo es el que expresa su amor a los demás mediante el servicio: esta actitud es absolutamente necesaria para formar parte del grupo de Jesús, para entrar a formar parte en esa nueva sociedad en la que sólo Dios es el rey. |