7 Jesús recorría todos los pueblos de los alrededores enseñando. Convocó a los Doce y comenzó a enviarlos de dos en dos, dándoles autoridad sobre los espíritus inmundos. 8 Les prohibió coger nada para el camino, sólo un bastón: ni pan, ni alforja, ni dinero en la faja; 9 llevar sandalias, sí, pero no ponerse dos túnicas. 10 Además les dijo: - Cuando en algún sitio os alojéis en una casa, quedaos en ella hasta que os vayáis del lugar. 11 Y si un lugar no os acoge ni os escucha, al marcharos sacudíos el polvo de las suelas, como prueba contra ellos. 12 Ellos se marcharon y se pusieron a predicar que se enmendaran; 13 expulsaban muchos demonios y, además, aplicaban unturas de aceite a muchos enfermos y los curaban. |
Cuando Jesús eligió a los doce, Marcos indicó que Jesús lo hacía «para que estuviesen con él y para enviarlos a predicar, con autoridad para expulsar a los demonios» (3,14-15). Ahora, cuando ya han pasado un tiempo conviviendo con él, parece que empieza a realizarse la segunda parte de este proyecto. Es la respuesta de Jesús al rechazo de Israel (ver comentario del domingo pasado), a la falta de fe en el hombre de la que también carecen los Doce, el nuevo Israel. Los enviados tienen autoridad sobre los espíritus inmundos. Espíritu inmundo, en el evangelio de Marcos, representa toda aquella ideología, especialmente si es de carácter religioso, que impide o estorba la realización o el desarrollo del plan de Dios: estas ideologías, adueñándose del interior de los hombres, serán el principal obstáculo contra la misión, especialmente porque los discípulos de Jesús no son inmunes a ellas. Las instrucciones que les da Jesús deben considerarse como modelo de exigencias mínimas para cualquier misión futura: tarea compartida en plano de igualdad, sencillez, austeridad, confianza en las personas y experiencia de la solidaridad de los demás como garantía única de supervivencia. La confianza en los demás no es ingenuidad: la presencia y la propuesta de Jesús y de los suyos siempre provocarán el rechazo de quienes no quieren o, simplemente, temen la irrupción de un mundo nuevo solidario y fraterno. Cuando se encuentren ante esa actitud, los discípulos deberán denunciarla y dejar un claro testimonio contra ella. Si leemos con atención el texto evangélico, nos daremos cuenta de que los Doce, nada más comenzar la misión, actúan por su cuenta: Jesús no les dice que exhorten a nadie para que se enmienden (esta exigencia la plantea Jesús sólo a los judíos, mientras que a los paganos les pide directamente la adhesión a su proyecto, la fe: Mc 2,5), ni el modo de curar responde al estilo de Jesús. Esta discordancia entre lo que Jesús pretende y lo que hacen los discípulos muestra que todavía no han asumido plenamente el carácter universalista del mensaje de Jesús y siguen encerrados en la esperanza de la restauración de Israel. |