Domingo 4º de Pascua - Ciclo B

Evangelio: Juan 10,11-18

 

Texto

    11Yo soy el modelo de pastor. El pastor modelo se entrega él mismo por las ovejas; 12el mercenario, como no es pastor ni son suyas las ovejas, cuando ve venir al lobo, deja las ovejas y huye, y el lobo las arrebata y las dispersa; 13porque a un mercenario no le importan las ovejas.
    14Yo soy el modelo de pastor; conozco a las mías y las mías me conocen a mí, 15igual que el Padre me conoce a mí y yo conozco al Padre; por eso me entrego yo mismo por las ovejas. 16Tengo además otras ovejas que no son de este recinto: también a ésas tengo que conducirlas; escucharán mi voz y habrá un solo rebaño, un solo pastor.
    17Por eso el Padre me demuestra su amor, porque yo entrego mi vida y así la recobro. 18Nadie me la quita, yo la entrego por decisión propia. Está en mi mano entregarla y está en mi mano recobrarla. Este es el mandamiento que recibí de mi Padre.

Notas

    Jesús buen pastor. Es pastor porque se ocupa de las ovejas, las guía, las cuida... Y es bueno porque su cuidado lo llevará a dar la vida por ellas; y porque su actividad no es interesada, sino orientada exclusivamente al bien de las ovejas; y porque establece una relación muy especial con su rebaño: conocimiento mutuo semejante al que existe entre el Padre y Jesús. La consecuencia de ese conocimiento es el amor que se expresa cuando el pastor entrega la vida por sus ovejas. Y por todo eso es modelo de pastor.
    La antítesis es el pastor mercenario: el dirigente (político o religioso) que actúa buscando su propia satisfacción, su propio beneficio. A ese no le importan las ovejas -el pueblo- si no es porque sólo teniendo ovejas puede considerarse pastor; sólo le interesa su salario, es decir, las ventajas y los privilegios que le da el poder.    El proyecto de Jesús tiene vocación de universalidad: reunir a la humanidad en un solo rebaño. Pero la universalidad no es uniformidad: la procedencia y, por tanto, la cultura, la manera de expresarse o el modo de relacionarse con Dios podrán ser diferentes, sin que eso suponga un obstáculo para formar parte de ese rebaño.
    Dar la vida no es perderla, sino comunicarla. Darse a sí mismo es realizarse plenamente como Hijo de Dios; por eso la entrega de Jesús es manifestación del amor del Padre y encierra en sí la garantía de recobrar la vida que se entrega con absoluta libertad.
    La entrega de Jesús es el mandamiento del Padre, el único mandamiento, frente a los muchos que recibió Moisés: el encargo del Padre es el amor más allá de cualquier límite.

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