Jueves Santo - Ciclo B
Evangelio: Jn 13,1-15
13 1 Antes de la fiesta de Pascua, consciente Jesús de que había llegado su hora, la de pasar del mundo este al Padre, él, que había amado a los suyos que estaban en medio del mundo, les demostró su amor hasta el fin. 2 Mientras cenaban (el Enemigo había ya inducido a Judas de Simón Iscariote a entregarlo), 3 consciente de que el Padre lo había puesto todo en sus manos y que de Dios procedía y con Dios se marchaba, 4 se levantó de la mesa, dejó el manto y, tomando un paño, se lo ató a la cintura. 5 Echó luego agua en el barreño y se puso a lavarles los pies a los discípulos y a secárselos con el paño que llevaba ceñido. 11 (Es que sabía quién lo iba a entregar, por eso dijo: «No todos estáis limpios».) |
El libro del Éxodo da a la palabra “Pascua” el significado de “paso”, indicando así que es la fiesta que recuerda el paso liberador del Señor por en medio de su pueblo. Esta que está a punto de celebrarse no es la Pascua judía (no hay ninguna alusión de lugar fecha o ritual que recuerden la Pascua oficial) es la Pascua de Jesús, que no debe considerarse como continuación de la anterior; por eso la cena es una cena ordinaria, antes de la fiesta de la pascua judía.
La frase inicial sintetiza el sentido de la escena y el de todo el relato de la pasión y muerte de Jesús. La Pascua de Jesús, su éxodo, el proceso liberador que él va a completar consiste y recibe su fuerza del amor de Jesús: un amor hasta el extremo, hasta el fin, hasta la exageración, si es que en el amor pudiera haber exageración.
El Enemigo que convierte a Judas en traidor es la ambición de poder; la convicción de que sólo se puede salir de la esclavitud eliminando al opresor o sometiéndolo, arrebatándole el poder y apropiándose del mismo.
Jesús es consciente del objetivo de su misión y de las exigencias de la misma: el quitarse y volverse a poner el manto simboliza la vida que él entrega seguro, sin embargo, de volver a recuperarla. El gesto de lavar los pies explica el sentido del servicio que por ser un don que se ofrece con plena libertad, por amor, sin reducir a servidumbre a quien lo ejerce, libera, convirtiéndolo en señor, a aquel que lo recibe.
Una vez que Jesús resucite, (volver a tomar el manto es un símbolo de la resurrección, Jesús seguirá entre los suyos, como Señor (recostado en la mesa), pero al servicio de la comunidad de sus seguidores (no se dice que deje el paño, atado a la cintura). Y les explica, como maestro, que el gesto que ha realizado es una lección para que aprendan cómo el amor es, mediante el servicio, fuerza de liberación y para que pongan en práctica lo aprendido.