2 1 Por aquél entonces salió un decreto de Cesar Augusto mandando hacer un censo del mundo entero. 2 Este censo fue el primero que se hizo siendo Quirino gobernador de Siria. 3Todos iban a inscribirse, cada cual a su ciudad. 4 También José, por ser de la estirpe y familia de David, subió desde Galilea, de la ciudad de Nazaret, a Judea, a la ciudad de David, que se llama Belén, 5 para inscribirse en el censo con María, la desposada con él, que estaba encinta. 6 Mientras estaban ellos allí le llegó el tiempo del parto 7 y dio a luz a su hijo primogénito; lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no había sitio para ellos en la posada. 8 En aquella misma comarca había unos pastores que pasaban la noche al raso velando el rebaño por turno. 9 Se les presentó el ángel del Señor, la gloria del Señor los envolvió de claridad y se asustaron mucho. 10 El ángel les dijo: -No temáis, mirad que os traigo una buena noticia, una gran alegría que lo será para todo el pueblo: 11 hoy, en la ciudad de David, os ha nacido un salvador, que es el Mesías Señor. Esto os servirá de señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre. 13 De pronto se sumó al ángel una muchedumbre del ejército celestial, que alababa a Dios diciendo: 14 -¡Gloria a Dios en lo alto, y paz en la tierra a los hombres de su agrado! 15 Cuando los dejaron los ángeles para irse al cielo, los pastores empezaron a decirse unos a otros: -¡Ea! Vamos derechos a Belén a ver eso que ha pasado y que nos ha comunicado el Señor. 16 Fueron a toda prisa y encontraron a María y a José, y al niño recostado en el pesebre. 17 Al verlo, les comunicaron las palabras que les habían dicho acerca de aquel niño. 18 Todos los que lo oyeron quedaron sorprendidos de lo que decían los pastores. 19 María, por su parte, conservaba el recuerdo de todo esto, meditándolo en su interior. 20 Los pastores se volvieron glorificando y alabando a Dios por todo lo que habían visto y oído; tal y como les habían dicho. |
Lucas se preocupa de insertar a Jesús en la historia de la humanidad fechando su nacimiento, de acuerdo con los usos de aquel tiempo, en relación a los gobernantes de la época. Igualmente lo sitúa dentro de la historia de la salvación por su alusión al censo (Sal 86/87,6) y por su inclusión dentro de la dinastía davídica. Su nacimiento no coincide con lo que se podría haber esperado para el Mesías: nace como un hombre cualquiera, más aún, como un marginado, pobre, excluido de la sociedad, en un establo, envuelto en unos simples pañales... Los primeros que reciben la noticia son unos pastores, es decir, un grupo social marginado y excluido también de los beneficios de la sociedad. No son los dueños de los rebaños y el suyo es uno de los oficios más despreciados de la época. Viven inmersos en medio de la oscuridad de la noche: la tiniebla es símbolo de su situación en tanto que víctimas de la explotación. Una vez más, la tiniebla de la opresión queda disipada por la luz de la presencia liberadora de Dios que, por medio de un mensajero, anuncia una gran alegría, primero para ellos, los más pobres, pero que lo será después para todo el pueblo: la señal de que toda esa alegría se logrará es, como en la profecía de Isaías, el nacimiento de un niño, que es el Mesías Señor y que, sorprendentemente, no lo encontrarán en un palacio, sino en uno de los recintos que ellos, los pastores, usan para resguardar a sus animales de las inclemencias del tiempo. La primera escena termina con el cielo entero entonando un himno de gloria por la salvación que se avecina: la paz en la tierra para la humanidad amada por Dios es causa de alabanza y, al mismo tiempo, manifestación y reflejo de la gloria del que habita en el cielo. La segunda escena se traslada al establo en donde se encuentran María -a la que se nombra en primer lugar-, José y el niño recién nacido. La noticia de la experiencia vivida por los pastores causa sorpresa en “todos los que lo oyeron”. La expresión indica que la noticia se extiende más allá del ámbito de la familia de Jesús. María, por su parte, reacciona de otro modo: «conservaba el recuerdo de todo esto, meditándolo en su interior». El evangelista sintetiza en esta frase el proceso a través del que María, la madre de Jesús, va comprendiendo progresivamente la misión de su hijo y la función que a ella le corresponde en la misma. Los pastores constatan que el anuncio que había recibido se ajusta totalmente a la realidad, lo que los lleva a alabar y glorificar a Dios. |