3 1Por aquellos días se presentó Juan Bautista en el desierto de Judea proclamando: 2- Enmendaos, que está cerca el reinado de Dios. 3A él se refería el profeta Isaías cuando dijo: Una voz grita desde el desierto: Preparad el camino del Señor, enderezad sus senderos (Is 40,3). 4Este Juan iba vestido de pelo de camello, con una correa de cuero a la cintura, y se alimentaba de saltamontes y miel silvestre. 5Acudía en masa la gente de Jerusalén, de todo el país judío y de la comarca del Jordán, 6y él los bautizaba en el río Jordán, a medida que confesaban sus pecados. 7Al ver que muchos fariseos y saduceos venían a que los bautizara, les dijo: -¡Camada de víboras!, ¿quién os ha enseñado a escapar del castigo inminente? 8Pues entonces dad el fruto que corresponde a la enmienda 9y no os hagáis ilusiones pensando que Abrahán es vuestro padre; porque os digo que de las piedras estas es capaz Dios de sacarle hijos a Abrahán. 10Además, el hacha está ya tocando la base de los árboles, y todo árbol que no da buen fruto será cortado y echado al fuego. 11Yo os bautizo con agua, en señal de enmienda; pero llega detrás de mí el que es más fuerte que yo, y yo no soy quién para quitarle las sandalias. Ese os va a bautizar con Espíritu Santo y fuego, 12porque trae el bieldo en la mano para aventar su parva y reunir el trigo en su granero; la paja, en cambio, la quemará con fuego inextinguible. |
Mateo presenta a Juan Bautista en el desierto, es decir, fuera de la sociedad, lejos de las instituciones religiosas a las que, por su propia naturaleza, les habría tocado la tarea de hacer el anuncio con el que comienza su misión, la proximidad de la intervención divina que los profetas habían pronosticado y que tenía como objetivo la implantación de su justicia en la tierra. A esta intervención debe preceder un cambio en el comportamiento de la gente: el orden que Dios va a implantar exige un cambio radical de conducta. Al afirmar que la profecía de Isaías se refiere a Juan, lo presenta como la síntesis de toda la Historia de la Salvación; del mismo modo, al describirlo (vestido con una piel ceñida con un cinturón de cuero, v. 4) lo identifica con Elías (2 Reyes 1,8) y lo señala como el precursor del Mesías (Mateo 11,14; 17,11-2.13). Juan, que propone un cambio de vida (enmendaos), administra un bautismo que lo simboliza; este cambio de vida consiste en reconocer una vida anterior de pecado -esto es, de injusticia- y romper con ella. También se acercan a Juan muchos dirigentes (ideólogos -los fariseos- y miembros de la clase dominante -los saduceos). Las palabras que les dirige Juan revelan que estos no están dispuestos a tomarse en serio la enmienda que simboliza el bautismo: no creen que tengan nada que cambiar, porque están seguros de contar con la protección de Dios por el simple hecho de pertenecer al pueblo de Israel, por ser hijos de Abraham. Por eso Juan les advierte de que está a punto de celebrarse un severo juicio contra ellos, que acabará en una dura condena. La predicación de Juan se cierra con el reconocimiento de que su bautismo es provisional: la antigua alianza está a punto de ser sustituida por una nueva, a la que Juan se refiere mediante la imagen del matrimonio (alusión a la ley del levirato, ver Rut 3,5-11). Para incorporarse a esa nueva alianza será necesario recibir un nuevo bautismo no con agua, sino con Espíritu Santo y someterse a un juicio purificador (fuego). Grano y paja simbolizan a los hombres que han obtenido una sentencia favorable o desfavorable respectivamente: a estos últimos les espera un terrible castigo. Esta imagen de mesías-juez severo que tiene Juan no se verificará cuando Jesús muestre su verdadero modo proceder; por eso el Precursor enviará a sus discípulos a preguntarle si él es el verdadero mesías (Mateo 11,2-6). |