Bienvenidos
Bienvenidos de nuevo a esta página que, sin pretensiones, de manera sencilla, pero entusiasta, pretende ofrecer una visión actualizada y liberadora del mensaje de Jesús de Nazaret, tomando como punto de apoyo las lecturas de la liturgia dominical. Bienvenidos de nuevo y...,
¡adelante!
Alcemos nuestra voz. No permitamos que el ruido de los que quieren ver la Unión Europea convertida en un castillo para privilegiados acalle el grito de la gente que se siente solidaria con otras personas, precisa y exclusivamente por eso, porque son seres humanos que necesitan ayuda. |
28 de abril de 2024 |
El fruto: cielo nuevo en una tierra nueva
Jesús se presenta como la vid verdadera. Él y los suyos, los que mantienen su adhesión a él, son el verdadero pueblo de Dios. Formar parte de este pueblo no es título que sirva de orgullo, sino exigencia y compromiso: de mantener la fidelidad a Jesús, de crecer en el amor, de construir la comunidad y de servir al mundo para que -en cada uno de nosotros y en el universo entero- sea una realidad la nueva humanidad que nace con Jesús resucitado. Éste es el fruto, una nueva humanidad.
CARTA DEL PAPA FRANCISCO
A LOS MOVIMIENTOS POPULARES
En este último mes he podido asistir en las redes sociales, entre otras, a dos líneas de comportamiento absolutamente contradictorias. Por un lado, una positiva, solidaria, resistente, crítica en ocasiones pero siempre respetuosa. Esa línea se veía reforzada y verificada por las noticias que llegaban a través de amigos, compañeros y algunos medios de comunicación.
En el lado contrario (al menos en lo que se refiere a mi personal percepción) otra línea totalmente contraria (insisto, al menos así lo percibía yo) que traducía su dolor por el sufrimiento y la muerte de tantas personas en resentimiento, en insultos, en atribucón permanente de culpas a otros, en falsedades, en desprecio... en odio.
Carta del Papa Francisco al Pueblo de Dios
«Si un miembro sufre, todos sufren con él» (1 Co 12,26). Estas palabras de san Pablo resuenan con fuerza en mi corazón al constatar una vez más el sufrimiento vivido por muchos menores a causa de abusos sexuales, de poder y de conciencia cometidos por un notable número de clérigos y personas consagradas. Un crimen que genera hondas heridas de dolor e impotencia; en primer lugar, en las víctimas, pero también en sus familiares y en toda la comunidad, sean creyentes o no creyentes. Mirando hacia el pasado nunca será suficiente lo que se haga para pedir perdón y buscar reparar el daño causado. Mirando hacia el futuro nunca será poco todo lo que se haga para generar una cultura capaz de evitar que estas situaciones no solo no se repitan, sino que no encuentren espacios para ser encubiertas y perpetuarse. El dolor de las víctimas y sus familias es también nuestro dolor, por eso urge reafirmar una vez más nuestro compromiso para garantizar la protección de los menores y de los adultos en situación de vulnerabilidad.