¹ Por tanto, si habéis resucitado con el Mesías, buscad lo de arriba, donde está el Mesías sentado a la derecha de Dios; ² estad centrados arriba, no en la tierra. ³ Moristeis, repito, y vuestra vida está escondida con el Mesías en Dios; ⁴ cuando se manifieste el Mesías, que es vuestra vida, con él os manifestaréis también vosotros gloriosos. ⁵ En consecuencia, extirpad lo que hay de terreno en vosotros: lujuria, inmoralidad, pasión, deseos rastreros y codicia, que es una idolatría.
    ⁹ Dejad de mentiros unos a otros, ya que os despojasteis del hombre que erais antes y de su manera de obrar ¹⁰ y os vestisteis de ese hombre nuevo que por el conocimiento se va renovando a imagen de su Creador; ¹¹ y aquí no hay más griego ni judío, circunciso ni incircunciso, extranjero, bárbaro, esclavo ni libre: no, lo es todo y en todos Cristo.

   Los cristianos, que han nacido de nuevo por su participación en la resurrección de Jesús, deben preocuparse, dice Pablo, por las cosas de arriba. No se trata de un lugar, sino de un punto de referencia; no se trata de buscar el modo de “ir allí arriba”, sino de actuar de acuerdo con el proyecto de vida y de mundo del que está sentado a la derecha de Dios. La salvación definitiva, por otro lado, está asegurada, la vida de los cristianos está custodiada, escondida con el Mesías y sólo falta que llegue el momento de que se manifieste.
   Este comportamiento se caracteriza por ser respetuoso con los derechos y la dignidad de los demás y por la renuncia a toda ambición, que se califica como idolatría.
   Esas actitudes de respeto mutuo, suponen ir siempre con la verdad por delante en las relaciones con todos los seres humanos pues, para los cristianos, para la criatura nueva nacida de la identificación con el Mesías, las barreras que se habían establecido entre los hombres en razón a la religión, la cultura, la raza, o la condición social, han desaparecido definitivamente.