Domingo 1º de Pascua - Ciclo A - Segunda Lectura

 

 

Colosenses 3,1-4

 

1ª Corintios 5,6b-8

       1 Por tanto, si habéis resucitado con el Mesías, buscad lo de arriba, donde está el Mesías sentado a la derecha de Dios; 2 estad centrados arriba, no en la tierra. 3 Moristeis, repito, y vuestra vida está escondida con el Mesías en Dios; 4 cuando se manifieste el Mesías, que es vuestra vida, con él os manifestaréis también vosotros gloriosos.

 

       6 ¿No sabéis que una pizca de levadura fermenta toda la masa? 7 Haced buena limpieza de la levadura del pasado para ser una masa nueva, conforme a lo que sois: panes sin levadura. Porque Cristo, nuestro cordero pascual, ya fue inmolado; 8 ahora, a celebrar la fiesta, pero no con levadura del pasado, no con levadura de maldad y perversidad, sino con panes sin levadura, que son candor y autenticidad.

       Se está refiriendo Pablo en los párrafos anteriores a la tendencia de muchas sociedades, a la característica de muchas culturas a convertir lo terreno, lo humano (fiestas, lunas nuevas o sábados... Col 2,16) en divino y trocar las costumbres humanas en ley de Dios (“No tomes, no pruebes, no toques” de cosas que son todas para el uso y consumo, según las consabidas prescripciones y enseñanzas humanas... 2,21-22). Para los cristianos, que ya participan de la vida de Jesús resucitado, todo eso es asunto sin trascendencia; lo que realmente importa, quien debe ser el centro del interés y la vida de los cristianos es el Mesías quien llegado ya a la meta, sentado a la derecha de Dios, es el objetivo que ha de orientar nuestro compromiso y nuestras vidas.

 

       El pan ázimo, sin levadura (masa vieja), es es signo de ruptura con el pasado y del comienzo de un nuevo modo de vida; fue símbolo de la nueva vida en libertad, consecuencia del paso liberador de Dios por las casas de los esclavos judíos. Fue en la primera Pascua cuando se comió por primera vez el cordero pascual. Jesús es el nuevo Cordero en esta nueva Pascua; su paso por este mundo supone un nuevo modelo de relación del hombre con Dios y de los hombres entre sí. Para celebrar esta Pascua hay que liberarse de los rasgos que caracterizan el mundo viejo: maldad y perversidad.

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