⁶ Con los hombres hechos, sin embargo, exponemos un saber, pero no un saber del mundo este ni de los jefes pasajeros de la historia presente; ⁷ no, exponemos un saber divino y secreto, el saber escondido; ⁸ ese que, conforme al decreto de Dios antes de los siglos, había de ser nuestra gloria, ese que ninguno de los jefes de la historia presente ha llegado a conocer, pues, si lo hubieran descubierto, no habrían crucificado al glorioso Señor. ⁹ «Lo que ojo nunca vio ni oreja oyó ni hombre alguno ha imaginado, lo que Dios ha preparado para los que lo aman» (Is 64,4), nos lo ha revelado Dios a nosotros por medio del Espíritu. ¹⁰ Porque el Espíritu lo sondea todo, incluso lo profundo de Dios.

    Pablo se ha referido a su primera visita a Corinto, indicando que no se presentó alardeando de sabiduría humana, sino apoyándose únicamente en la fuerza de Dios para predicar a Jesús Mesías y, a este, crucificado (2ª lectura del domingo pasado).
    A continuación aclara que su mensaje no se puede identificar con lo que en este mundo, en este orden, se considera sabiduría, y procura que no se confunda con la sabiduría de los jefes pasajeros de esta historia presente. Este mensaje que él dirige a los hombres hechos, es decir, a las personas que han logrado llegar o están en camino hacia la plenitud humana, es incompatible con los principios y con el orden de los poderosos quienes, por eso, no acogieron a Jesús sino que, muy al contrario, le causaron la muerte crucificándolo.
    La cita de Isaías sirve destacar la importancia del proyecto contenido en este mensaje, superior a  cualquier otro que el hombre pueda concebir, dispuesto por Dios para aquellos que lo aman y comunicado por medio de su Espíritu: es, por tanto, experiencia interior de la energía vital, es decir, del amor de Dios.