¹⁶ Porque el hecho de predicar el evangelio no es para mí un motivo de orgullo, ése es mi sino, ¡pobre de mí si no lo anunciara! ¹⁷ Si lo hiciera por mi voluntad, tendría mérito; pero si me han confiado un encargo independientemente de mi voluntad, ¹⁸ ¿dónde está entonces mi mérito? En predicar el evangelio ofreciéndolo de balde, sin aprovecharme del derecho que me da esa predicación.
    ¹⁹ Soy libre, cierto, nadie es mi amo; sin embargo, me he puesto al servicio de todos, para ganar a los más posibles. ²² Con los inseguros me porté como un inseguro, para ganar a los inseguros. Con los que sea me hago lo que sea, para ganar a algunos como sea. ²³ Y todo lo hago por el evangelio, para que la buena noticia me aproveche también a mí.

    Este fragmento de la Carta a los Corintios hay que entenderlo en el contexto de la argumentación sobre la cuestión de la licitud de comer carne de los animales ofrecidos en sacrificio a los dioses. La tesis de Pablo es que nada impide comer esa carne, pero que si el hacerlo es motivo de escándalo, debe evitarse, sabiendo renunciar libremente a los propios derechos para no poner obstáculos a los que aún no tienen una fe firme.
    Él mismo se pone como ejemplo: podría haber pedido a las comunidades a las que ha evangelizado que proveyeran para su sustento; pero no ha querido hacer uso de este derecho, y eso es para él motivo de orgullo. Anunciar el evangelio es para él una exigencia, un encargo que ha recibido de Dios; el mérito está en hacerlo de balde.
    En los últimos versículos responde a otra posible objeción: si en unas ocasiones come y en otras no come la carne de las víctimas sacrificiales ¿no revela ese modo de comportarse una clara incoherencia? Pablo responde diciendo que, puesto que el hecho en sí es indiferente, la coherencia se la da el objetivo que persigue: su libertad se adapta a las peculiaridades de los destinatarios de su predicación para ganar a cuantos más mejor.