8 El Señor es clemente y misericordioso, lento a la cólera y rico en piedad; 9 el Señor es bueno con todos, es cariñoso con todas sus criaturas. 15 Los ojos de todos te están aguardando, tú les das la comida a su tiempo; 16 abres tú la mano, y sacias de favores a todo viviente. 17 El Señor es justo en todos sus caminos, es bondadoso en todas sus acciones; 18 cerca está el Señor de los que lo invocan, de los que lo invocan sinceramente. |
Himno de alabanza por la grandeza de Dios que se revela en sus acciones. Éstas manifiestan, sobre todo, la esencia del ser de Dios: su misericordia. El perdón es una de las manifestaciones habituales del amor de Dios: «El Señor es compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia». Esta es la definición que, según el libro del Éxodo, Dios da de sí mismo en el momento de la renovación de la Alianza: «El Señor pasó ante él [Moisés] proclamando: El Señor, el Señor, el Dios compasivo y clemente, paciente misericordioso y fiel, que conserva la misericordia hasta la milésima generación, que perdona culpas, delitos y pecados...» (Ex 34,6-7): mil generaciones de perdón y misericordia frente a sólo cuatro de castigo (el texto hay que situarlo en su contexto en el que, en diversos ámbitos culturales, la justicia divina se caracterizaba por ser implacable e incluso cruel en sus castigos). La bondad de Dios no se limita a su pueblo, sino que alcanza a todas sus criaturas, a todo viviente. Por eso la esperanza de todos está puesta en él. Justicia y bondad, en armonía con la clemencia y la misericordia, caracterizan el ser y el actuar de Dios quien, a pesar de su grandeza proclamada al principio del salmo, se aproxima y se hace cercano de todos los que se dirigen a Él con sinceridad. |