¹ Te doy gracias, Señor, de todo corazón;
    delante de los ángeles tañeré para ti.
² Me postraré hacia tu santuario,
    daré gracias a tu nombre:
por tu misericordia y tu lealtad,
    porque tu promesa supera a tu fama.
³ Cuando te invoqué, me escuchaste,
    acreciste el valor en mi alma.
⁶ El Señor es sublime, se fija en el humilde,
    y de lejos conoce al soberbio.
⁷ Cuando camino entre peligros,
    me conservas la vida;
extiendes tu brazo contra la ira de mi enemigo,
    y tu derecha me salva.
⁸ El Señor completará sus favores conmigo:
    Señor, tu misericordia es eterna,
    no abandones la obra de tus manos.

    Canto de alabanza que expresa la gratitud del pueblo de Israel por haber sido liberado de la opresión babilónica. Las acciones de Dios en favor de su pueblo son expresión de su amor leal y de la fidelidad con la que cumple sus promesas.
    Esas intervenciones de Dios, que provocan la gratitud de Israel, servirán de testimonio ante todos los reyes de la tierra: el salmista expresa su deseo -o el anuncio de que así sucederá- de que los reyes de la tierra se unan a su acción de gracias (vv. 4-5) reconociendo la gloria y la grandeza de un Dios que se acerca al humilde al tiempo que conoce, pero manteniendo las distancias, al altivo y soberbio.
    Vuelve el salmista a recordar su experiencia personal y colectiva en la misericordia de Dios, en la que funda su confianza para el futuro.
    Termina el salmo con una súplica: pide a Dios que, puesto que el hombre y el pueblo son obra de sus manos, nunca los abandone.