¹ Dad gracias al Señor porque es bueno,
     porque es eterna su misericordia.
²Diga la casa de Israel:
     eterna es su misericordia.
¹⁶La diestra del Señor es excelsa,
     la diestra del Señor es poderosa.
¹⁷No he de morir, viviré
     para contar las hazañas del Señor.
²²La piedra que desecharon los arquitectos,
     es ahora la piedra angular.
²³Es el Señor quien lo ha hecho,
     ha sido un milagro patente.

    Canto de acción de gracias por la liberación conseguida por Dios para alguien, quizá para un personaje de relevancia social. El último verso de los que se recitan en la liturgia de este domingo se lo aplica a sí mismo Jesús, discutiendo con los sumos sacerdotes y los senadores del pueblo, viñadores perversos, que ya habían decidido acabar con su vida: él, Jesús, es esa piedra angular y ellos, los dirigentes del pueblo, son los arquitectos que han rechazado la rechazan (Lc 20,17).
     Después de su resurrección, Pedro, interrogado en presencia de los Jefes del pueblo y los senadores, usa también este verso para poner a los dirigentes de Israel -los arquitectos, los constructores- ante su culpabilidad por haber rechazado la que Dios había decidido que fuese la piedra angular en su nuevo pueblo (Hch 4,11).
     El uso que hace Lucas tanto en el evangelio como en Hechos de este salmo nos está indicando que el conflicto que termina en la ejecución de Jesús se origina y se desarrolla frente al sistema representado por la jerarquía religioso-política de Israel (poder religioso, político y económico) al que denuncia por haber pervertido y frustrado el designio de Dios.