Domingo 23º del Tiempo Ordinario - Ciclo A
Salmo responsorial: Salmo 94, 1-2.6-9
1 Venid, aclamemos al Señor, demos vítores a la roca que nos salva; 2 entremos a su presencia dándole gracias, vitoreándolo al son de instrumentos. 6 Entrad, postrémonos por tierra, bendiciendo al Señor, creador nuestro. 7 Porque él es nuestro Dios y nosotros su pueblo, el rebaño que él guía. Ojalá escuchéis hoy su voz: 8 «No endurezcáis el corazón como en Meribá, como el día de Masá en el desierto: 9 cuando vuestros padres me pusieron a prueba y me tentaron, aunque habían visto mis obras». |
Himno de alabanza propio de una celebración litúrgica.
Invitación a alabar al Señor. En el primer verso ya se expresa como motivación para alabanza la salvación que procede de él y que beneficia a los orantes.
A continuación se precisa el significado de esta salvación al añadir otros motivos para la alabanza: hay que enaltecer a Dios, primero, por el simple hecho de ser Dios, soberano de todos los dioses, (vv. 3-5, que no se recitan en la liturgia dominical), en segundo lugar, por ser creador del ser humano (v. 6) y, finalmente, por ser el Dios de la Alianza: «él es nuestro Dios y nosotros su pueblo...» (V. 7).
Esa relación especialísima del pueblo con su Dios debe expresarse no sólo en cantos e himnos de alabanza sino, sobre todo, en la aceptación de su palabra, aprendiendo -para no repetirlos- de los errores que se han producido en otros momentos históricos (ver Ex 17,1-7) en los que el pueblo, en lugar de acatar y aceptar gozosamente la palabra y la acción liberadora de Dios, se rebeló ante ellas (vv. 8-9).