Domingo 18º del Tiempo Ordinario - Ciclo A - Primera lectura
Isaías 55,1-3
1 Oíd, sedientos todos, acudid por agua, también los que no tenéis dinero: venid, comprad trigo, comed sin pagar; vino y leche de balde. 2 ¿Por qué gastáis dinero en lo que no alimenta? ¿Y el salario en lo que no da hartura? Escuchadme atentos, y comeréis bien, saborearéis platos sustanciosos. 3 Prestad oído, venid a mí: escuchadme y viviréis. Sellaré con vosotros alianza perpetua, la promesa que aseguré a David. |
Capítulo final del Segundo Isaías. El profeta subraya el valor de su mensaje, muy superior a todos los valores apreciados por los hombres.
Comienza poniendo de relieve la necesidad del mismo: la humanidad está hambrienta y sedienta y sólo la palabra de Dios, de la que es portavoz el profeta, puede apagar esa sed y satisfacer definitivamente tal hambre. Esa palabra, además, se ofrece gratuitamente.
Hace falta que se preste atención y se dé acogida a esa palabra, es decir, que se ponga por obra; entonces logrará su eficacia: dará satisfacción al deseo de vivir que tiene todo hombre, garantizará la vida en plenitud, asegurada por el compromiso -alianza perpetua- de Dios que continúa de este modo la realización de su promesa a David.