4 1 Ahora, Israel, escucha los mandatos y decretos que yo os enseño a cumplir: así viviréis, entraréis y tomaréis posesión de la tierra que el Señor Dios de vuestros padres os va a dar. 2 No añadáis nada a lo que os mando ni suprimáis nada; así cumpliréis los preceptos del Señor vuestro Dios que yo os mando hoy. 6 Guardadlos y cumplidlos, porque ellos son vuestra sabiduría y vuestra prudencia a los ojos de los pueblos; los cuales, al oír estos mandatos dirán: «Cierto, es un pueblo sabio y prudente esta gran nación». 7 Porque, ¿cuál de las naciones grandes tiene unos dioses tan cercanos como el Señor nuestro Dios, siempre que lo invocamos? 8 y ¿cuál de las naciones grandes tiene unos mandatos y decretos tan justos como toda esta ley que os promulgo hoy? | | Explicación del sentido que tiene la ley para Israel. Los primeros versículos (4,1-2) son una invitación a escuchar, a acoger en su integridad la voluntad de Dios y a ponerla en práctica. La consecuencia de esta escucha será la plenitud de la liberación: una vida nueva en una nueva tierra, ambas, vida y tierra, don de Dios. Esos mandatos constituirán la sabiduría y la prudencia características de Israel. Sabiduría y prudencia no son saberes teóricos, sino el modo concreto de ordenar la propia vida, tanto personal como colectivamente. Precisamente por eso se podrán apreciar desde fuera: el modo de vida de los israelitas, si se ajustan a la voluntad de Dios, será causa de admiración para las demás naciones. Pero, además, serán manifestación de la grandeza del verdadero Dios: un Dios grande porque se hace cercano, porque su ley es justa y porque se ocupa de sus fieles y los escucha cuando se dirigen a él. Sí: la grandeza de Dios se demuestra por su cercanía a los problemas de los hombres y por su preocupación por la justicia en las relaciones humanas. Verdaderamente sorprendente. |