10 Oía el cuchicheo de la gente: «Pavor en torno»; - Delatadlo, vamos a delatarlo. Mis amigos acechaban mi traspié: -A ver si se deja seducir, y lo violaremos, lo cogeremos y nos vengaremos de él. 11 Pero el Señor está conmigo, como fuerte soldado; mis enemigos tropezarán y no podrán conmigo. Se avergonzarán de su fracaso con sonrojo eterno que no se olvidará. 12 Señor de los Ejércitos, que examinas al justo y sondeas lo íntimo del corazón, que yo vea la venganza que tomas de ellos, porque a ti encomendé mi causa. 13 Cantad al Señor, alabad al Señor, que libró la vida del pobre de manos de los impíos. |
Los profetas nunca han sido plato de buen gusto para el poder: ni para el poder político, ni para el religioso. Ante las denuncias de Jeremías contra la corrupción de los dirigentes y la injusticia instalada en el país -«...abandonaron, extrañaron este lugar, quemando incienso a dioses extranjeros... y los reyes de Judá llenaron este lugar de sangre inocente» (Jer 19,4)- y el anuncio de que tal situación acarrearía el desastre de la nación israelita... (Jer 19,3.6-13) «Pasjur... sacerdote comisario del templo del Señor, escuchó a Jeremías el profeta estas palabras y Pasjur hizo azotar a Jeremías el profeta y lo metió en el cepo... A la mañana siguiente... Jeremías le dijo: El Señor ya no te llama Pasjur, sino Pavor en torno» (Jer 20,1-3). Después de reiterar su denuncia y sus amenazas, -el destierro- (20,4-6), Jeremías describe en un breve pero denso y apasionado poema, su situación interior, descrita como una dura lucha entre su fidelidad apasionada por la palabra de Dios y los conflictos en los que, por causa de ésta, se ve implicado (20,5-9). El párrafo siguiente, el que se lee en la liturgia de este domingo, expresa la confianza del profeta: en medio del conflicto, ante las asechanzas e intrigas de sus propios amigos, el profeta se siente seguro porque cuenta con el Señor que hará fracasar los planes de sus enemigos. Sigue una breve oración del profeta, pidiendo el castigo de sus enemigos ya que él se ha puesto en manos del Señor. Termina con una invitación a alabar al Señor porque «libró la vida del pobre de manos de los impíos». Nótese la oposición pobre ≠ impío, cuando la que correspondería según nuestra lógica es la de pobre ≠ rico: para los profetas la pobreza y la riqueza no son sino las dos caras de una misma moneda: la injusticia. |