13 Además, fuera de ti, no hay otro dios al cuidado de todos, ante quien tengas que justificar tu sentencia. 14 no hay rey ni soberano que pueda desafiarte * por haberlos castigado. 15 Eres justo, gobiernas el universo con justicia y estimas incompatible con tu poder condenar a quien no merece castigo. 16 Porque tu fuerza es el principio de la justicia y el ser dueño de todos te hace perdonarlos a todos. 17 Ante el que no cree en la perfección de tu poder despliegas tu fuerza, y a los que la reconocen los dejas convictos de su atrevimiento; 18 pero tú, dueño de tu fuerza, juzgas con moderación y nos gobiernas con mucha indulgencia; hacer uso de tu poder está a tu alcance cuando quieres. 19 Actuando así, enseñaste a tu pueblo que el hombre justo debe ser humano, e infundiste a tus hijos la esperanza, pues dejas arrepentirse a los que pecan. |
Afirmación de monoteísmo que se funda en la justicia del proceder de Dios. Teniendo en cuenta que el libro de la Sabiduría es un tratado de teología política, dirigido a los poderosos («Amad la justicia, los que regís la tierra...» es la frase con la que comienza el libro; y más adelante: «Escuchad, reyes y entended; aprendedlo, gobernantes del orbe hasta sus confines;... el poder os viene de Dios... siendo ministros de su reino, no gobernasteis rectamente...» -6,1-4; ver también 6,5-11), la fundamentación de la fe monoteísta se convierte en pauta de conducta para los gobernantes que pretendan realizar su tarea de acuerdo con la voluntad de Dios. El v. 15, que no se leerá en la celebración, es sin embargo clave para interpretar y comprender el resto: «Eres justo, gobiernas el universo con justicia y estimas incompatible con tu poder condenar a quien no merece castigo». El poder de Dios se muestra en su justicia y no en su arbitrariedad, más en su capacidad de perdonar que en la de castigar: precisamente porque Dios es poderoso, gobierna con moderación e indulgencia. Al final el autor extiende la enseñanza a todo el pueblo, sin limitarla a los dirigentes: la manera de ser de Dios, su justicia, exige que el hombre sea humano (filántropo, amigo del hombre), «...para que a la hora de juzgar, pensemos en tu benevolencia...» -12,22b) y, al mismo tiempo, es fundamento de su confianza y su esperanza, pues Dios deja tiempo para que el que comete un error se arrepienta y, de ese modo, «...cuando nos toque ser juzgados esperemos misericordia» (12,22c). |