Domingo 28º del Tiempo Ordinario - Ciclo C

Evangelio: Lucas 17,11-19

 

Texto

       11Yendo camino de Jerusalén, también Jesús atravesó por entre Samaria y Galilea. 12Cuando iba a entrar en una aldea, le salieron al encuentro diez leprosos, que se pararon a lo lejos 13y le dijeron a voces:
    -¡Jesús, jefe, ten compasión de nosotros!
       14Al verlos les dijo:
    -Id a presentaros a los sacerdotes.
    Mientras iban de camino, quedaron limpios. 15Uno de ellos, viendo que se había curado, se volvió alabando a Dios a grandes voces 16y se echó a sus pies rostro a tierra, dándole las gracias; éste era samaritano. 17Jesús preguntó:
    -¿No han quedado limpios los diez? Los otros nueve, ¿dónde están? 18¿No ha habido quien vuelva para dar gloria a Dios, excepto este extranjero?
       19Y le dijo:
    -Levántate, vete, tu fe te ha salvado.

Notas

    Hay una serie de indicadores en este relato que ponen de manifiesto su fuerte carácter simbólico.
    El primero de ellos es el imposible itinerario que sigue Jesús para ir a Jerusalén, dato que explican con mucha dificultad quienes se empeñan en interpretar el relato en su estricta literalidad. Otro dato poco verosímil es que los leprosos vivieran en una aldea; lo habitual era que vivieran fuera de los núcleos de población pues se les consideraba impuros y se pensaba que  su proximidad contagiaba la impureza. Destaca también que no se mencione para nada a los discípulos, que aparecerán junto a los fariseos en la escena siguiente. Igualmente resulta extraño que Jesús mande a los leprosos a presentarse a los sacerdotes (éstos eran los únicos que podían certificar la curación de un leproso y autorizar su incorporación a la convivencia con el resto de la comunidad) y que luego alabe precisamente al único que no cumple su mandato.
    Este relato, una vez desvelados sus elementos simbólicos, nos presenta la situación de los seguidores de Jesús: es un grupo mezclado, en el que conviven judíos y samaritanos y en el que todavía se mantiene vigente la ideología farisea (la aldea), y nacionalista (llaman a Jesús jefe); no obstante, se sienten interesados por el mensaje de Jesús y, por seguirlo, están siendo considerados fuera de la comunidad (leprosos). Por eso, cuando se alejan de Jesús y se encaminan hacia el templo, la marginación (la lepra) desaparece; los que siguen confiando en el valor de la Ley, siguen a presentarse a los sacerdotes; sólo uno de ellos, un hereje, toma conciencia de que la salvación viene exclusivamente de la adhesión a Jesús; eso es lo que dejan meridianamente claro las últimas palabras de Jesús: «tu fe te ha salvado».

We use cookies

Usamos cookies en nuestro sitio web. Algunas de ellas son esenciales para el funcionamiento del sitio, mientras que otras nos ayudan a mejorar el sitio web y también la experiencia del usuario (cookies de rastreo). Puedes decidir por ti mismo si quieres permitir el uso de las cookies. Ten en cuenta que si las rechazas, puede que no puedas usar todas las funcionalidades del sitio web.