30Se marcharon de allí y fueron atravesando Galilea; no quería que nadie se enterase, 31porque iba enseñando a sus discípulos. Les decía: - Al Hijo del hombre lo van a entregar en manos de ciertos hombres, y lo matarán; pero, después que lo maten, a los tres días resucitará. 32Pero ellos no entendían aquel dicho y les daba miedo preguntarle. 33ªY llegaron a Cafarnaún. 33bCuando llegó a la casa, les preguntó: - ¿De qué hablabais por el camino? 34Ellos guardaron silencio, pues en el camino habían discutido entre ellos quién era el más grande 35Jesús se sentó; llamó a los Doce y les dijo: - Si uno quiere ser primero, ha de ser último de todos y servidor de todos. 36 Y cogiendo a un criadito, lo puso en medio de ellos, lo abrazó y les dijo: 37 - El que acoge a un chiquillo de estos como si fuera a mí mismo, me acoge a mi; y el que me acoge a mí, no es a mí a quien acoge, sino al que me ha enviado.
| | La primera parte de este evangelio contiene el segundo anuncio de la pasión, muerte y resurrección: Jesús trata de vencer la incomprensión de los discípulos, incapaces de entender y aceptar el camino de Jesús; por eso el acento del anuncio recae no en la muerte, sino en la resurrección. En la primera predicción (8,31) se señalaba que los que iban a matar a Jesús eran los dirigentes de Israel (senadores, sumos sacerdotes y letrados); ahora se refiere a ellos con la expresión «ciertos hombres» que, en oposición a «Hijo del hombre», designa a aquellos que se oponen al modelo de hombre, solidario y fraterno, que Jesús encarna y propone. La segunda parte muestra la causa (o una de las causas) de esa incomprensión: los discípulos de Jesús procedentes del judaísmo ortodoxo creen que las relaciones humanas, para ser armónicas, deben fundarse en una estructura social jerarquizada; y ellos aspiran a ocupar los puestos más elevados en esa jerarquía. Jesús presenta, en contraste con esta mentalidad, a un criadito, a un niño dedicado al servicio: el último, por edad y por oficio, de todos: para seguir a Jesús y para entender y aceptar su mensaje, hay que renunciar a todo deseo de poder o de preeminencia sobre los demás y acoger libremente el servicio que nace del amor como modo de vida, como elemento estructurante de las relaciones con los demás.
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