49Fuego he venido a lanzar a la tierra, y ¡qué más quiero si ya ha prendido! 50Pero tengo que ser sumergido por las aguas y no veo la hora de que eso se cumpla. 51¿Pensáis que he venido a traer paz a la tierra? Os digo que paz no, sino división. 52Porque, de ahora en adelante, una familia de cinco estará dividida: tres contra dos y dos contra tres; 53se dividirá padre contra hijo e hijo contra padre, madre contra hija e hija contra madre, la suegra contra su nuera y la nuera contra la suegra. |
Termina una sucesión de instrucciones de Jesús a sus discípulos con esta serie de frases que pueden parecernos verdaderamente chocantes. La primera, «Fuego he venido a lanzar sobre la tierra, y ¡qué más quiero si ya ha prendido!» debe entenderse de acuerdo con lo que este término significa en boca de Jesús: no se trata de un fuego arrasador, instrumento de castigo, como era en las amenazas de Juan Bautista (Lc 3,9.16.17), sino el Espíritu (Hch 2,3) fuerza de vida y amor que entra en conflicto con las estructuras egoístas e injustas de este mundo. El deseo de Jesús, por tanto, es que la fuerza del Espíritu derrote a la injusticia, que el amor venza al odio, que la opresión sea sustituida por relaciones fraternales entre los hombres. Y ese fuego, dice Jesús, ya ha prendido en quienes le han dado su adhesión. La expresión tengo que ser sumergido por las aguas alude a su muerte y, por tanto, anuncia la respuesta violenta del orden presente ante su tarea, su mensaje y su proyecto. Ese orden lo llevará a la muerte, pero con ella su Espíritu, que Jesús pone en las manos del Padre, quedará a disposición de toda la humanidad (Lc 23,46; ver también Hch 2,33). Ahora encuentra sentido el resto del párrafo: Jesús no quiere paz, si esta se entiende como renuncia a la realización de su programa para evitar conflictos. No es verdadera paz la que esconde la injusticia. Por eso, como la adhesión al proyecto de Jesús y el compromiso de trabajar por la implantación del reinado de Dios, o la opción por el mantenimiento del orden de injusticia presente tendrá que ser, tanto en uno como en otro caso, una decisión personal; así, los que apuesten por el proyecto de Jesús se verán enfrentados a los que se resistan a que el mundo cambie, a que la injusticia desaparezca, a que la fraternidad universal triunfe. Y ese enfrentamiento podrá llegar a romper incluso las relaciones fundadas en los vínculos de sangre. |