2 1Jesús nació en Belén de Judea en tiempos del rey Herodes. En esto, unos magos de Oriente se presentaron en Jerusalén 2 preguntando: - ¿Dónde está ese rey de los judíos que ha nacido? Porque hemos visto salir su estrella y venimos a rendirle homenaje. 3 Al enterarse el rey Herodes se sobresaltó, y con él Jerusalén entera; 4 convocó a todos los sumos sacerdotes y letrados del pueblo, y les pidió información sobre dónde tenía que nacer el Mesías. 5 Ellos le contestaron: - En Belén de Judea, así lo escribió el profeta: 6 Y tú, Belén, tierra de Judá, no eres ni mucho menos la última de las ciudades de Judá: pues de ti saldrá un jefe que será pastor de mi pueblo, Israel (Miq 5,1). 7 Entonces Herodes llamó en secreto a los magos, para que le precisaran cuándo había aparecido la estrella; 8 luego los mandó a Belén encargándoles: - Averiguad exactamente qué hay de ese niño y, cuando lo encontréis, avisadme para ir yo también a rendirle homenaje. 9 Con este encargó del rey, se pusieron en camino; de pronto, la estrella que habían visto salir comenzó a guiarlos hasta pararse encima de donde estaba el niño. 10 Ver la estrella les dio muchísima alegría. 11 Al entrar en la casa, vieron al niño con María, su madre, y cayendo de rodillas le rindieron homenaje; luego abrieron sus cofres y como regalos le ofrecieron oro, incienso y mirra. 12 Avisados en sueños de que no volvieran a Herodes, se marcharon a su tierra por otro camino. |
Lugar del nacimiento de Jesús: la patria de David. Se trata de un dato teológico, no histórico (ya va siendo hora de que los cristianos tengamos claro que los evangelios no son libros históricos, en el sentido moderno de la expresión) y trata de afirmar que la monarquía tradicional de Israel (de nuevo en sentido teológico, en tanto que encarnación de la presencia y del gobierno de Dios en su pueblo) no está representada por Herodes, sino por el recién nacido. En general, todo el relato, aunque en él se use un lenguaje histórico, hay que leerlo en su sentido teológico. Los magos (no se dice ni que fueran reyes ni que fueran tres) son sabios, astrólogos posiblemente, que afirman haber conocido el nacimiento de un rey de Israel al que ellos quieren rendir homenaje, considerándolo así rey universal. Proceden de Oriente, es decir, de países lejanos: que el nacimiento de Jesús haya podido ser conocido fuera de Israel significa que la misión de Jesús se abre a la humanidad entera. Preguntan «en Jerusalén» por un rey recién nacido. No van a palacio, no se trata de perpetuar una línea dinástica; es eso lo que provoca el miedo del centro del poder: «Herodes se sobresaltó, y con él Jerusalén entera». La respuesta de los expertos en asuntos religiosos (sumos sacerdotes y letrados) consultados por Herodes combina dos textos del A. T. (Miq 5,1-2; 2Sm 5,2) mediante los cuales se identifica al niño nacido en Belén con el Mesías que esperaba Israel, se le incluye en la dinastía davídica y se describe su misión con la imagen del pastor (ver Sal 78,70s; Jr 23,5; 30,9; Ez 34,23s). El dictamen de los letrados provoca la reacción de Herodes, que empieza a planear la muerte del recién nacido; los demás, dirigentes religiosos y el pueblo, parecen indiferentes ante la noticia: por todo eso en Jerusalén la estrella resulta invisible. La escena en el lugar en el que está el niño subraya el carácter regio (homenaje, regalos) y la universalidad de la misión de éste (origen de los magos, que no son israelitas). Finalmente, Dios se muestra al lado de su enviado descubriendo y frustrando, con la complicidad de los magos, los perversos planes de Herodes: «Avisados en sueños de que no volvieran a Herodes, se marcharon a su tierra por otro camino.» |